martes, 29 de octubre de 2013

un buen reclamo

Así se hace…

Saber elegir un buen pájaro es sólo el primer paso: después hay que saber alimentarlo y cuidarlo, establecer una sintonía con él para alcanzar una comunicación total en el puesto… En estas páginas te damos unas cuantas claves.

El perdigón. Batallante innato. Preso por nuestro afán de caza y codicia cinegética. Cautivo entre barrotes y sumiso a nuestra merced. El perdigonero. Romántico por naturaleza. Fiel a su inseparable aliado y cautivo de su afición hasta extremos insospechados. ¿Quién es el preso en este juego de amores? El pájaro entrega su libertad a su amo. Y éste dedica todo su tiempo a su pájaro, a sus cuidados en casa y en el campo, día y noche, verano, primavera, otoño e invierno, pendiente de todos los detalles, esclavizando sin remedio su existencia al casarse con su acérrima afición. La respuesta a tan obvia pregunta está clara, el que manda es el pájaro perdiz y por él, como jóvenes enamorados, perdemos la cabeza con fijo rumbo a la locura, a la perdición más cautivadora y, casi sin darnos cuenta, dependemos de él y vivimos para él.
No es fácil hacer un buen reclamo, en absoluto. De manera innata debe apuntar maneras y nosotros, a base de paciencia y hacer las cosas bien, terminaremos por pulir su madera. Pájaros buenos, buenos de verdad, pocos se tienen en la vida. Si acaso, uno o dos como mucho. Mi abuelo Balbino, acérrimo perdigonero, tuvo la suerte de cazar en una época y circunstancias donde había pocos pajariteros y muchas perdices, muchos perdigones y mucho tiempo y sitio para cazar. Probó varios cientos de pájaros, aguantándolos hasta el tercer celo, imprescindible para comprobar si vale o no; hizo y deshizo tratos para conseguir los mejores perdigones, poniendo todo su empeño, paciencia y experiencia en conseguirlo y, con todo esto, sólo tuvo dos pájaros realmente insuperables en su vida. Uno que legó de su padre y otro al cuál yo tuve el privilegio insospechado de hacerle su último puesto: una recelosa viuda y una liebre a la que, trabajando espléndidamente a la primera, y recibiendo insistentemente a la segunda, tuve que tirar. Su último puesto supuso mi bautizo de fuego en este bello arte, quedando atrapado en él de por vida desde ese memorable puesto de tarde y tratando de seguir los pasos que entre mi abuelo y mi padre me marcaron para hacer un buen reclamo.

Claves para comprar un gran pájaro

Todo empieza por mantener a nuestro pájaro bien alimentado y bien cuidado durante todo el año, fuerte y vivaz. Al comprar un pájaro de granja nos fijaremos en que muestre un carácter despierto y enérgico, con colores vivos y figura estilizada; el que destaque sobre los demás por ocupar la mejor posición del corral, como pudiera ser el alto de una fuente, marcando y defendiendo su posición. En la jaula debe reunir características muy diversas y difíciles de aunar en un mismo pájaro. Será avispado, noble y a la vez peleón, mostrando claras intenciones de darnos un picotazo si le tentamos suavemente con el dedo, queriendo ganar la batalla sin llegar a espantarse ni saltar. Los reclamos que se alteran mucho en la jaula y que empiezan a revolverse a la primera de cambio no suelen hacer carrera de su condición. Por esta razón, hay quienes prefieren al pájaro de granja que al de campo. Son más dóciles y afables con su dueño, pero deberán demostrar sus virtudes en el repostero.
Los perdigones, como las personas, tienen sus días. En el pueblo o en el cortijo, antes de salir al alba, nos fijaremos en el pájaro que mejor esté, en el que más cante y en el que parezca que más ganas tenga de salir al campo. Acompañado de unos chasqueos con los dedos le colocaremos sin espantarlo la alfombrilla de esparto y lo cubriremos suavemente con la caperuza. El puesto de alba es muy bueno para probar los pollos. Se dice que en el alba canta todo el campo y, aunque las perdices no se corran bien, comprobaremos sus dotes e intenciones al estar presente en tan apabullante jolgorio. Por tanto, no está de más llevarse un par de pollos al puesto de alba para probarlos, más en estos tiempos que tan rigurosamente tenemos marcado el escaso calendario reclamista.

Hay que hacerse invisible

Con este chasqueo nos alejaremos y meteremos en el puesto despacito, sin hacer ruido y cubriéndonos bien. Sólo el pájaro debe saber que estamos allí. De una manera u otra, en función de los celos que tenga, de lo encelado que esté y de cómo se alborote y responda el campo, nuestro compañero comenzará su función. Si tiene experiencia, lo hará despacito y por lo bajo, tanteando por si hubiera una collera cerca de su territorio, sin escandalizarse ante el posible alboroto y templando su celo con un cuchicheo martilleante y pausado para, seguidamente, y si no obtiene respuesta alguna, alzar su presencia con jácaras de buche o canto de cañón como también se conoce, prosiguiendo con un despliegue de cantos, mientras más variado mejor, haciendo gala de sus recursos. Si esto nos lo hace un pollo, es una buenísima señal y por nada del mundo lo desecharemos, aguantándolo como mínimo hasta el tercer celo. Lo dice el refrán: «El primero canta, el segundo espanta y el tercero mata». De manera contraria, si empieza muy fuerte y sin escuchar la sierra, espantará a las colleras cercanas y no entrarán al trapo. La jaula debe guardar un equilibrio con el campo, jugando a un tira y afloja hasta traérselo a la plaza.

Comprender qué nos está diciendo

En esta caza el oído es imprescindible y conocer a nuestro pájaro, fundamental. Cuando observemos que de pronto baja el tono, o parezca que está callado pero se le vea inquieto, aún sin nosotros verlas, las perdices están ahí. Ante esta situación nuestros movimientos serán ralentizados, cautos y calmados, acercándonos suavemente la culata al hombro para estar preparados, evitando en todo momento que se nos vea el blanco de las manos por la tronera. Si se trata de una collera, primero entrará el macho. De mil formas puede hacerlo pero siempre nuestra actitud será la misma, quietos como una estatua. Pacientemente y mordiéndonos la lengua esperaremos a que la hembra entre en plaza, dándole tiempo a la jaula para que pelee por la hembra, citando al macho por piñones y mostrándose por encima pero no dominador, a la vez cautivando a la serrana.
Es muy importante tirar primero a la hembra y después al macho, adoptando esta rutina en cada postura. En primer lugar, si tiramos primero al macho, la hembra pasará a ser una complicada viuda que difícilmente entrará en plaza en toda la temporada. En segundo lugar, si alternamente tiramos primero al macho o a la hembra, provocaremos el desconcierto de nuestro siempre delicado reclamo, confundiéndole y echándolo a perder. La teoría de dejar a las hembras criar, a mi modo de comprender, está erróneamente conceptuada. Hoy día cazamos cuando todavía no han empezado a cubrir, y en caso de que alguna estuviese cubierta, las patirrojas sacan su pollada adelante valiéndose tanto del padre como de la madre, por lo que en tal caso si tiramos sólo al macho dejaremos a la pollada sin padre, reduciendo al mínimo las probabilidades de supervivencia, de modo que casi el mismo daño hacemos que si tirásemos a la hembra. Por tanto, dicha teoría carece de sentido.

Reconoce su trabajo

Cuando entre de nuevo el macho procederemos de igual manera, aguantándolo para que la jaula se empape bien de monte. Si todo lo hacemos bien, nuestro reclamo se quedará en el tiro, haciendo su correspondiente canto de entierro y viniéndose arriba por haber ganado la dura batalla. Al levantarnos del puesto, ya con la escopeta descargada, chasquearemos de nuevo los dedos y le alentaremos bajito unas palabras en reconocimiento a su buen trabajo. Le pondremos en el suelo, junto a la collera pechuga abajo, regocijándose en su triunfo y chasqueándole. Nuestro aliado nos lo agradecerá. Mientras tanto anotaremos en una libretilla las incidencias del puesto, dando parte de cada pájaro y de cada postura para en un futuro prever cual irá mejor para cada tipo de puesto. Tras un breve tiempo, tranquilamente lo enfundaremos. De vuelta analizaremos el puesto que nos ha dado, si hemos errado en algo y cómo se ha comportado el pájaro. En función de cómo se haya movido la sierra, tendremos idea de cuál será el mejor puesto de 11.
Ya en el cortijo, y si tenemos la fortuna de cazar entre amigos, disfrutaremos escuchando los vaivenes de las posturas de los compañeros, sus éxitos o desfortunas, fijándonos de reojo en qué pájaro sacaremos al puesto de sol, picándole algo de verde al de alba tras quitarle el esparto y compartiendo el placer de contar nuestras vivencias, augurios y esperanzas en familia, que es, en esencia, lo que mide el éxito de esta caza.

miércoles, 16 de octubre de 2013





CUIDADOS DEL RECLAMO EN CASA Y EN EL REPOSTERO PARA SACAR TODO SU POTENCIAL.


Algunos pájaros, sobre todo los pollos del año, se quedaron sin definir del todo en la temporada anterior, unos por su frialdad, no mostrándonos más que unos tímidos reclamos que nos agradaron, pero al pájaro le pedimos bastante más que eso.Es posible que algunos piensen aquello de que los buenos reclamos nacen y no se hacen, y no les falta razón, pero algunos que podrían ser buenos o muy buenos se quedan en el camino por falta de atenciones o por cazarlos inadecuadamente.El rendimiento de nuestros pájaros debe ser cuidado con esmero cada día, atendiendo y controlando sus deposiciones y plumajePor ello, tendremos que esperar a que en este celo nos demuestren si ha merecido la pena retenerlos un año más al lado de nuestros “fenómenos” ya consagrados. Pero otra causa diferente al propio temperamento del pájaro es aquella que se ha producido por la falta de los cuidados adecuados y por lo tanto no ha llegado como es debido al momento de la caza.Estas meticulosas atenciones deben ir siempre unidas a la vida de nuestro pájaros, pero mucho más desde que éstos han cambiado sus plumas de pollito y lucen sus mejores plastones de adulto. Pero si no hemos podido hacernos con su propiedad hasta casi entrada la campaña, resultará, en el caso de que haya estado en unas malas condiciones de luz, sanitarias y de alimentación, que sus posibles incursiones en el campo para dar el puesto serán mediocres o con grandes altibajos, teniendo muy presente el cazador que entienda un poco el por qué y cómo hace su trabajo el enjaulado, extremando muchas las precauciones en el proceso de amansamiento del animal, dedicándole una cantidad de horas que suele provocar la merecida regañina de nuestros ambientes familiares.

Prestar tiempo y dedicación a los pájaros

El comportamiento de un reclamo puede cambiar radicalmente si disponemos de tiempo para su preparación, dándole baños de agua y tierra en sus debidos momentos, vigilándoles la longitud de sus picos poniendo a su alcance las debidas piedras, en las que contendrá su crecimiento como lo hacen sus hermanas del campo. Esto nos dará unos machos lustrosos, con un aspecto envidiable y por lógica, a poco que sepamos hacerlo, nos dará muchas satisfacciones, enseñándole lo que debe hacer al ser destapado en distintos ambientes de patio o balcón y en el campo en los meses anteriores a la caza.Es posible que algunos piensen aquello de que los buenos reclamos nacen y no se hacen, y no les falta razón, pero no me negarán que algunos que podrían ser buenos o muy buenos se quedan en el camino por falta de atenciones o por cazarlos inadecuadamente. No debemos olvidarnos también de aquellos sobrados de energía y con tendencia a subir más de lo normal su música que merecen una especial forma de cazarlos, y si somos capaces de administrarle esa energía por un buen camino, además de disfrutar de un poderoso, tendremos a un pájaro que también sabe dominar su sangre.Aquí una vez más la mano del hombre resulta trascendente y los primeros tiros deben hacerse con mucha cautela, para que los cantos de cuchichío no formen parte principal y única en cada puesto, porque no olvidemos que en la variedad estará el éxito del puesto, y esto además de llevarlo dentro hay que potenciarlo.Pocas aficiones pueden llegar a ser tan gratificantes como el enseñar o descubrir a un nuevo pájaro en nuestro jaulero, aunque he de deciros que el ojo que algunos tienen para seleccionar perdices nada más verlas es digno del mejor de los elogios.

Rendimiento de los pájaros

El rendimiento de nuestros pájaros, ahora que algunos han empezado a cazar en sus zonas, debe ser cuidado con esmero cada día, atendiendo y controlando no solamente sus deposiciones, sino que su plumaje esté en su sitio y no en la bandeja debajo del culo de la jaula.Además, es preferible empezar de una forma pausada rodando los pájaros con puestos cortos, para que vayan entrando en faena (me estoy refiriendo a los nuevos), y rápidamente en un par de incursiones de verdad, donde tenemos la escopeta como herramienta para culminar el lance, ver lo que da de sí, dejándonos de lado el sentimiento, que en demasiadas ocasiones nos acompaña, teniendo claro que hay que separar el grano de la paja.Debemos -y en ello nos van la alegrías de los futuros puestos-, apartar de nuestro jaulero rápidamente aquellos que su silencio es demasiado repetitivo ante el canto de las del campo. El hecho de ni tan siquiera querer cantar como signo de cortesía hacia sus congéneres, demuestra que si se le ocurriese un día y la gracia culminase con algún tiro afortunado, es muy seguro que tendremos lo más ingrato del mundo en nuestra plantilla: “un media cuchara” .

Lances distintos según el cazadero

Al hablar de tipos de perdices, me estoy refiriendo a su comportamiento, que en cada coto es totalmente distinto. En los lugares de monte fuerte o cerrado, se las oirá poco y vendrán muchas veces de vuelo, descolgándose de las riscas emitiendo un sonido que muchos cazadores aún desconocen, un “picho-picho” que enmudece todos los sonidos del campo, oyendo el que realiza el aguardo, el batir de las alas cuando pasa sobre su cabeza buscando el lugar de posarse. Una tensión, una inmovilidad y un silencio que se acaba con las músicas en forma de pitas y recibo de nuestro pájaro, que contempla la carrera frenética de su oponente hacia su repostero.En cambio, en las zonas más despejadas de monte y labor, podríamos tener la agradable sorpresa de tener alguna pareja a menos de cien metros de donde nos hemos colocado el puesto portátil, y cuando menos lo esperemos la tendremos en la plaza. Ahora bien, antes, para que esto suceda, debería de haber habido diálogo y lucha, a pesar de que como decían nuestros maestros del pasado, en alguna ocasión nos entraban de callada.Mi impresión y la experiencia que vamos teniendo con la tecnología actual, me atrevería a decir que tanto el reclamo como el campo se han escuchado y sugerido algún mensaje que en muchas ocasiones no hemos oído a las parejas del lugar, por las interferencias del viento o porque nuestra agudeza auditiva no ha sido capaz de percibirla.