viernes, 13 de diciembre de 2013

LOS TERREROS DE NUESTROS ANTEPASADOS

Original Jaula de Perdices

Después de pasar varias veces por delante de la casa de un veterano y amable ganadero de Cardeña y observar a lo lejos una serie de agüjeros en la vieja pared, de granito y pizarra carbonífera tradicional en la zona, nos decidimos a preguntar un día para que estaban hechos así. Y nuestro amigo Mariano nos explico que simplemente eran una improvisadas jaulas para las perdices que se hicieron aprovechando un hueco en la pared.
Con cierto orgullo nos explico que en ella se guardaban las perdices que se utilizaban para la caza con reclamo y que "de toda la vida" habían existido en su casa. Esta improvisada jaula se componía de unos pequeños trozos de madera, algo de red metálica, y unos pequeños agujeros para poner los casilleros con la comida.

Además delante de la misma y en el suelo existía un lugar, con suficiente arena,  donde las perdices se podían "expulgar" osea limpiar y cuidar sus plumas. "Luego hay gente a la que le gusta la caza con reclamo y otros que la critican pero de toda la vida de Dios se ha hecho y las perdices nunca han faltado" nos comentaba con cierta lógica.


El escuchar a alguien que ha vivido tanta historia en el campo es algo que nos deleita y sobre todo que nos da lecciones para seguir disfrutando de la inmensidad natural que rodea Cardeña.

jueves, 12 de diciembre de 2013

EL RECLAMO DE PERDIZ

Las perdices de Manuel


La semana pasada me llegó este libro por correo. Su autor es el cordobés Manuel Romero Perea, y en él nos cuenta un montón de cosas y anécdotas sobre la caza de la perdiz con reclamo. Os lo presento porque he colaborado con él realizando unas cuantas ilustraciones. Dejo por aquí algunas fotos y luego colgaré en el otro blog alguna de las ilustraciones.






CRIA EN CAUTIVIDAD


Reclamo Cría cautividad Caza de perdiz en
con reclamo
De la mano de una experta cuquillera, iniciamos con este artículo una nueva sección dedicada a la caza de la patirroja con reclamo en la que cada mes trataremos un tema referente sobre esta modalidad ancestral y todo lo que conlleva: reclamos, alimentación, puestos... Deseando que sea de su agrado, el primer capítulo lo dedicamos a la cría de perdices en cautividad.
M. Carmen Pacheco E-mail: cuquillera@gmail.com
S er mo durante aficionado no se los limita 40 a días la a caza serlo, que de podemos perdiz exclusivamente, con salir recla- con el arma al campo. Para algunos, en eso consis- te esta modalidad. Sin embargo, para el verdade- ro reclamista es algo más, y cada uno de nosotros, según nuestras posibilidades y habilidades, dedi- camos el resto del año a otros menesteres con el reclamo como centro de atención... Y decían los antiguos cuquilleros que esto también era cazar.
Muchos aficionados a esta modalidad surten su jaulero de reclamos nacidos y criados en cautivi- dad por ellos mismos. Y es que todo reclamista que posee un reclamo puntero, con esas cualida- des que para él debe tener una buena jaula, pen- sará en obtener crías de él, buscando la perpetui- dad de sus virtudes.
Así como la ubicación de nuestros reclamos durante el año es muy importante, no deja de ser- lo menos el espacio que se adecuará para que ha- bite la collera. El lugar ideal, por amplitud, sería
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RECLAMO
Nuestros pájaros necesitarán muchos cuidados durante todo el año, no únicamente en el periodo hábil de caza con reclamo.
“Como quienes aves son, huevo nací yo primero, hasta que dentro del huevo se dio la transformación más sabia del mundo entero.
De pronto, un crujido dio. Los cascarones se abrieron y mis ojos sonrieron ante aquel radiante sol que por primera vez vieron”.
José Fernando Titos Alfaro
un voladero, aunque algunos reclamistas que no disponen de espacio suficiente emplean pequeñas jaulas para ello. Este detalle es relevante, sobre to- do si pretendemos que sea la perdiz la que críe a su prole. ¿Pero cómo construimos estos refugios? Pues pueden hacerse con garbas de ramas de oli- vo, almendro, lentisco, pino...
Ubicación del nido El lugar donde situaremos el nido será de fácil ac- ceso si hemos de retirar los huevos a diario. Eso sí, siempre dejaremos algún huevo para que la hem- bra no lo abandone. Aun así, algunas hembras buscan una ubicación distinta a la elegida cuando se dan cuenta de que le expoliamos la puesta. Si le retiramos los huevos a diario, una perdiz roja pu- ra puede poner de 40 a 50. Factores como la retira- da de los huevos, la ingesta de un pienso especial o el incremento de las horas de luz, que las ocasio- na una alteración de su metabolismo, propicia que las hembras en cautividad pongan más huevos

n Reclamo
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www.trofeocaza.com Actualmente existen piensos muy que las salvajes. Estas medidas, junto a otras, se
logrados para los primeros días de tienen muy en cuenta en las explotaciones cine-
estado de crecimiento de los pollitos. Si géticas para que la puesta sea considerablemente
los complementamos con gusanos del elevada.
pan, el éxito reproductivo estará casi Lo ideal para confeccionar el nido es utilizar
asegurado. una atocha (planta de esparto) lo más seca posi- ble. Y es que, cuando la hay en el medio na- tural donde habitan, es
Como los pollos nunca se desarrollarán la acogedora de un alto porcentaje de nidos de
como en libertad, bajo el cuidado de perdiz.
Ante la gran dificul-
su madre, es muy difícil que puedan tad de que la hembra incube, tenemos varias
ser cazados como los capturados en el opciones. Una es que lo haga el macho; otra,
campo durante el otoño una gallinita americana; o, por último, una incu- badora.
La malla, una alternativa Cuando la intención es que la perdiz críe sus per- digoncillos, algunos compañeros colocan un se- gundo suelo de malla, a una altura prudencial, pa- ra que, cuando nazcan, no piquen los excremen- tos y mueran por infección.
Me llama especialmente la atención ver sem- brada alfalfa bajo la malla, con la finalidad de que,
cuando crezca, alcance los agujeros para que tan- to las perdices adultas como los polluelos se ali- menten del verde que deseen.
Lo ideal sería que la hembra se pusiese clue- ca y ella misma pudiese criar el bando de peque- ñas Alectoris rufa, pero son contadas las ocasiones en las que este hecho se produce, por lo que es habitual que el recla- mista haga uso para ello de incubadoras o de las archiconocidas gallinas americanas o inglesas.
Si optamos por la pri- Incubadora de tamaño
mera solución, debe- reducido. Atención ,
remos estar muy pen- no debemos olvidar
dientes de la humedad controlar bien la
que necesitan los hue- humedad.
vos y del posterior calor que precisan los pollitos en sus primeras y crucia- les horas de vida.
Como ya he comentado anteriormente, lo más natural sería que la hembra criase los polluelos, pero también es extraño que una perdiz en cauti- vidad los incube, por lo que, en ocasiones, pode- mos observar cómo es el macho el encargado de la incubación y posterior cría. Si no lo hace, debe- remos estar muy pendientes de retirarlo cuando los huevos estén a punto de eclosionar.
La alimentación, imprescindible Si son importantes las primeras horas de vida de los pollos por Un macho desconcertante
el calor que precisan, el reclamista también debe poner especial atención a la alimentación de los mismos, pues de ello depende, al igual que en el ser humano, su correcto desarrollo, lo que evi- P
uesto cionado esta anécdota que con lo considero este que tema, me contó muy comparto
rela-
un compañero. Desconozco dónde acaba la realidad y comienza la ficción.
Corrían los años noventa cuando recibí la llamada de mi cuñado Manuel, que por aquellos entonces trabajaba de capataz en un cortijo de la sierra sevillana. “Cuña- do, ¿qué estás haciendo?”, me preguntó. “Pues ahora mismo nada”, le contesté. “Vente para el cortijo, estoy en la linde de los pinos pasando el cultivador, y me ha salido una pájara raspeando. Cuando he ido a mirar, he visto el nido roto, pero aún quedan cinco a los que no les ha suce- dido nada. Date prisa, a ver si podemos echárselos a alguna gallina o si conoces a alguien que tuviera incubadora. Yo es que tengo que seguir pasando el tractor”, me dijo.
Dicho y hecho. Afortunadamente, tenía una gallina americana que acababa de ponerse clueca. Así que los huevos fueron incubados y criados por ella.
tará ciertas enfermedades. Actualmente existen piensos muy lo- Transcurridos los meses y puesto que los perdigones no se separaban del cortijo, llegó la hora de coger algún macho para enjaularlo y posteriormente cazar con él. Elegimos uno precioso, grande, fuerte y arisco como un gato.
El pollo terminó de cuajar en un terrero donde estuvo habituándose a nuestra presencia. Y así hasta que llegó el momen- to de enjaularlo...
Llegada la época de caza, decidimos quedar para dar el primer puesto a su aprendiz.
“¿Dónde vamos?”, le pregunté. “Ayer estuve en la zona del pozo y vi una collera. Podemos colgar allí y así estoy pendiente del cortijo”, me contestó. El sitio estaba bastante cerca, así que no lo pensamos más: colgamos en esa zona.
Preparado el puesto y el repostero, destapamos el pájaro, que se esperezó, ahuecó las plumas, miró hacia los lados y salió buscando campo.
“¡Qué cante más raro tiene este pá- jaro!”, le comenté. A lo que me replicó:
grados para los primeros días de estado de crecimiento de los po- llitos. Si los complementamos con gusanos del pan, el éxito repro- ductivo estará casi asegurado.
Cuando tienen un tamaño algo mayor al de la codorniz adulta, el reclamista los separará, pues comenzarán a marcar el territorio, dejando patente su jerarquía. Eso sí, esto sólo es posible si el recla- mista cuenta con espacio suficiente para albergar un número con- siderable de jaulas.
La cría en cautividad es otra pequeña faceta de esta caza que al- gunos reclamistas ponen en práctica que proporciona bonitas es- cenas y quita el sueño durante muchas noches, como si estuvié- semos alerta en el puesto. Y todo para que, en la mayoría de las ocasiones, se dé una situación contradictoria: criar pájaros en casa, que deberían presentar mansedumbre y nobleza al acostumbrar- se a la presencia humana; pero obtener todo lo contrario, sin saber por qué: un elevado número de reclamos ariscos y broncos. De es- ta manera, la ilusión se convierte, en pocos meses, en frustración.
Sin embargo, a pesar de todo el trabajo que ello conlleva y la poca satisfacción que genera en la mayoría de las ocasiones, el cu- quillero persiste una temporada tras otra.
Y es que, como los pollos nunca se desarrollarán como en li- bertad, bajo el cuidado de su madre, es muy difícil que, llega- do el momento, puedan ser cazados como los capturados en el campo durante el otoño. Los criados en cautividad nunca serán comparables a los camperos, por muchos cuidados que les pro- porcionemos: medicamentos, vitaminas... Pero la ilusión es lo último que se pierde. • “Hombre, cuñado, es sólo un pollo, qué vas a esperar”.
Así estuvimos acurrucados en el puesto durante al menos 15 minutos cuando es- cuchamos detrás del mampostero, pero algo apartado, un coc, coc coc...
“¿Has escuchado eso?”, le dije. “Sí, sí, creo que hay un pájaro por detrás del nuestro, me contestó. Seguimos atentos a lo que acontecía y el coc, coc se escu- chaba cada vez más cerca a la vez que su pájaro iba cambiando su canto por un piolío lastimero que les dejó desconcerta- dos. “¿Qué le pasa a este pájaro?”, nos preguntábamos.
Cuando el coc, coc, coc ya era perfectamente audible, se escuchó ex- clamar: “¡La madre que lo parió, que ha llamado a la madre!”.
En esos momentos, conseguimos ver por la tronera a la gallina que había criado el pájaro y que se encontraba ya junto a él.
Los dos cruzamos una mirada de asom- bro y rompimos el silencio con una sonora carcajada.