Reclamo Cría cautividad Caza de perdiz en
con reclamo
De
la mano de una experta cuquillera, iniciamos con este artículo una
nueva sección dedicada a la caza de la patirroja con reclamo en la que
cada mes trataremos un tema referente sobre esta modalidad ancestral y
todo lo que conlleva: reclamos, alimentación, puestos... Deseando que
sea de su agrado, el primer capítulo lo dedicamos a la cría de perdices
en cautividad.
M. Carmen Pacheco E-mail: cuquillera@gmail.com
S
er mo durante aficionado no se los limita 40 a días la a caza serlo,
que de podemos perdiz exclusivamente, con salir recla- con el arma al
campo. Para algunos, en eso consis- te esta modalidad. Sin embargo, para
el verdade- ro reclamista es algo más, y cada uno de nosotros, según
nuestras posibilidades y habilidades, dedi- camos el resto del año a
otros menesteres con el reclamo como centro de atención... Y decían los
antiguos cuquilleros que esto también era cazar.
Muchos
aficionados a esta modalidad surten su jaulero de reclamos nacidos y
criados en cautivi- dad por ellos mismos. Y es que todo reclamista que
posee un reclamo puntero, con esas cualida- des que para él debe tener
una buena jaula, pen- sará en obtener crías de él, buscando la perpetui-
dad de sus virtudes.
Así como
la ubicación de nuestros reclamos durante el año es muy importante, no
deja de ser- lo menos el espacio que se adecuará para que ha- bite la
collera. El lugar ideal, por amplitud, sería
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RECLAMO
Nuestros pájaros necesitarán muchos cuidados durante todo el año, no únicamente en el periodo hábil de caza con reclamo.
“Como quienes aves son, huevo nací yo primero, hasta que dentro del huevo se dio la transformación más sabia del mundo entero.
De pronto, un crujido dio. Los cascarones se abrieron y mis ojos sonrieron ante aquel radiante sol que por primera vez vieron”.
José Fernando Titos Alfaro
un
voladero, aunque algunos reclamistas que no disponen de espacio
suficiente emplean pequeñas jaulas para ello. Este detalle es relevante,
sobre to- do si pretendemos que sea la perdiz la que críe a su prole.
¿Pero cómo construimos estos refugios? Pues pueden hacerse con garbas de
ramas de oli- vo, almendro, lentisco, pino...
Ubicación
del nido El lugar donde situaremos el nido será de fácil ac- ceso si
hemos de retirar los huevos a diario. Eso sí, siempre dejaremos algún
huevo para que la hem- bra no lo abandone. Aun así, algunas hembras
buscan una ubicación distinta a la elegida cuando se dan cuenta de que
le expoliamos la puesta. Si le retiramos los huevos a diario, una perdiz
roja pu- ra puede poner de 40 a 50. Factores como la retira- da de los
huevos, la ingesta de un pienso especial o el incremento de las horas de
luz, que las ocasio- na una alteración de su metabolismo, propicia que
las hembras en cautividad pongan más huevos
n Reclamo
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www.trofeocaza.com Actualmente existen piensos muy que las salvajes. Estas medidas, junto a otras, se
logrados para los primeros días de tienen muy en cuenta en las explotaciones cine-
estado de crecimiento de los pollitos. Si géticas para que la puesta sea considerablemente
los complementamos con gusanos del elevada.
pan, el éxito reproductivo estará casi Lo ideal para confeccionar el nido es utilizar
asegurado. una atocha (planta de esparto) lo más seca posi- ble. Y es que, cuando la hay en el medio na- tural donde habitan, es
Como los pollos nunca se desarrollarán la acogedora de un alto porcentaje de nidos de
como en libertad, bajo el cuidado de perdiz.
Ante la gran dificul-
su madre, es muy difícil que puedan tad de que la hembra incube, tenemos varias
ser cazados como los capturados en el opciones. Una es que lo haga el macho; otra,
campo durante el otoño una gallinita americana; o, por último, una incu- badora.
La
malla, una alternativa Cuando la intención es que la perdiz críe sus
per- digoncillos, algunos compañeros colocan un se- gundo suelo de
malla, a una altura prudencial, pa- ra que, cuando nazcan, no piquen los
excremen- tos y mueran por infección.
Me llama especialmente la atención ver sem- brada alfalfa bajo la malla, con la finalidad de que,
cuando
crezca, alcance los agujeros para que tan- to las perdices adultas como
los polluelos se ali- menten del verde que deseen.
Lo
ideal sería que la hembra se pusiese clue- ca y ella misma pudiese
criar el bando de peque- ñas Alectoris rufa, pero son contadas las
ocasiones en las que este hecho se produce, por lo que es habitual que
el recla- mista haga uso para ello de incubadoras o de las
archiconocidas gallinas americanas o inglesas.
Si optamos por la pri- Incubadora de tamaño
mera solución, debe- reducido. Atención ,
remos estar muy pen- no debemos olvidar
dientes de la humedad controlar bien la
que necesitan los hue- humedad.
vos y del posterior calor que precisan los pollitos en sus primeras y crucia- les horas de vida.
Como
ya he comentado anteriormente, lo más natural sería que la hembra
criase los polluelos, pero también es extraño que una perdiz en cauti-
vidad los incube, por lo que, en ocasiones, pode- mos observar cómo es
el macho el encargado de la incubación y posterior cría. Si no lo hace,
debe- remos estar muy pendientes de retirarlo cuando los huevos estén a
punto de eclosionar.
La alimentación, imprescindible Si son importantes las primeras horas de vida de los pollos por Un macho desconcertante
el
calor que precisan, el reclamista también debe poner especial atención a
la alimentación de los mismos, pues de ello depende, al igual que en el
ser humano, su correcto desarrollo, lo que evi- P
uesto cionado esta anécdota que con lo considero este que tema, me contó muy comparto
rela-
un compañero. Desconozco dónde acaba la realidad y comienza la ficción.
Corrían
los años noventa cuando recibí la llamada de mi cuñado Manuel, que por
aquellos entonces trabajaba de capataz en un cortijo de la sierra
sevillana. “Cuña- do, ¿qué estás haciendo?”, me preguntó. “Pues ahora
mismo nada”, le contesté. “Vente para el cortijo, estoy en la linde de
los pinos pasando el cultivador, y me ha salido una pájara raspeando.
Cuando he ido a mirar, he visto el nido roto, pero aún quedan cinco a
los que no les ha suce- dido nada. Date prisa, a ver si podemos
echárselos a alguna gallina o si conoces a alguien que tuviera
incubadora. Yo es que tengo que seguir pasando el tractor”, me dijo.
Dicho
y hecho. Afortunadamente, tenía una gallina americana que acababa de
ponerse clueca. Así que los huevos fueron incubados y criados por ella.
tará
ciertas enfermedades. Actualmente existen piensos muy lo- Transcurridos
los meses y puesto que los perdigones no se separaban del cortijo,
llegó la hora de coger algún macho para enjaularlo y posteriormente
cazar con él. Elegimos uno precioso, grande, fuerte y arisco como un
gato.
El pollo terminó de
cuajar en un terrero donde estuvo habituándose a nuestra presencia. Y
así hasta que llegó el momen- to de enjaularlo...
Llegada la época de caza, decidimos quedar para dar el primer puesto a su aprendiz.
“¿Dónde
vamos?”, le pregunté. “Ayer estuve en la zona del pozo y vi una
collera. Podemos colgar allí y así estoy pendiente del cortijo”, me
contestó. El sitio estaba bastante cerca, así que no lo pensamos más:
colgamos en esa zona.
Preparado
el puesto y el repostero, destapamos el pájaro, que se esperezó, ahuecó
las plumas, miró hacia los lados y salió buscando campo.
“¡Qué cante más raro tiene este pá- jaro!”, le comenté. A lo que me replicó:
grados
para los primeros días de estado de crecimiento de los po- llitos. Si
los complementamos con gusanos del pan, el éxito repro- ductivo estará
casi asegurado.
Cuando tienen
un tamaño algo mayor al de la codorniz adulta, el reclamista los
separará, pues comenzarán a marcar el territorio, dejando patente su
jerarquía. Eso sí, esto sólo es posible si el recla- mista cuenta con
espacio suficiente para albergar un número con- siderable de jaulas.
La
cría en cautividad es otra pequeña faceta de esta caza que al- gunos
reclamistas ponen en práctica que proporciona bonitas es- cenas y quita
el sueño durante muchas noches, como si estuvié- semos alerta en el
puesto. Y todo para que, en la mayoría de las ocasiones, se dé una
situación contradictoria: criar pájaros en casa, que deberían presentar
mansedumbre y nobleza al acostumbrar- se a la presencia humana; pero
obtener todo lo contrario, sin saber por qué: un elevado número de
reclamos ariscos y broncos. De es- ta manera, la ilusión se convierte,
en pocos meses, en frustración.
Sin
embargo, a pesar de todo el trabajo que ello conlleva y la poca
satisfacción que genera en la mayoría de las ocasiones, el cu- quillero
persiste una temporada tras otra.
Y
es que, como los pollos nunca se desarrollarán como en li- bertad, bajo
el cuidado de su madre, es muy difícil que, llega- do el momento,
puedan ser cazados como los capturados en el campo durante el otoño. Los
criados en cautividad nunca serán comparables a los camperos, por
muchos cuidados que les pro- porcionemos: medicamentos, vitaminas...
Pero la ilusión es lo último que se pierde. • “Hombre, cuñado, es sólo
un pollo, qué vas a esperar”.
Así
estuvimos acurrucados en el puesto durante al menos 15 minutos cuando
es- cuchamos detrás del mampostero, pero algo apartado, un coc, coc
coc...
“¿Has escuchado
eso?”, le dije. “Sí, sí, creo que hay un pájaro por detrás del nuestro,
me contestó. Seguimos atentos a lo que acontecía y el coc, coc se escu-
chaba cada vez más cerca a la vez que su pájaro iba cambiando su canto
por un piolío lastimero que les dejó desconcerta- dos. “¿Qué le pasa a
este pájaro?”, nos preguntábamos.
Cuando
el coc, coc, coc ya era perfectamente audible, se escuchó ex- clamar:
“¡La madre que lo parió, que ha llamado a la madre!”.
En esos momentos, conseguimos ver por la tronera a la gallina que había criado el pájaro y que se encontraba ya junto a él.
Los dos cruzamos una mirada de asom- bro y rompimos el silencio con una sonora carcajada.
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