Perdiz con reclamo macho
Perdices: cómo diferenciar los machos de las hembras
En el primer libro de Manuel Romero Perea,
titulado ‘La caza de la perdiz con reclamo. Arte, Tradición, Embrujo y
Pasión’, se hace alusión a las diferencias básicas existentes que nos
permiten distinguir a las perdices por su sexo, como nos expone aquí.
Las
perdices criadas en su hábitat natural no presentan dificultad alguna
para diferenciarlas por su sexo. Aunque es cierto que algunas hembras
“amachadas”, conocidas como “vicarias”, suelen emitir ciertos “cantos”
tratando de imitar a los machos.
La interrogante no suele despejarse hasta que adquieren un completo desarrollo, o incluso a veces toca esperar al segundo celo
La
distinción entre machos y hembras de perdiz suele
ser uno de los temas habituales que aparecen en las tertulias que
mantenemos los aficionados al reclamo. Es precisamente, en estas
animadas charlas, cuando se relatan, con todo lujo de detalles, los
distintos casos que han existido tratando de averiguar el sexo de
perdices, dándose curiosas anécdotas al respecto.
Los veteranos jauleros disponen, dada su experiencia acumulada en
esta modalidad, de mayores probabilidades de acierto, que aquellos
incipientes cuquilleros que comienzan su andadura en la práctica de esta
apasionante modalidad. Aunque esta veteranía no es una ciencia exacta
que pueda resolver -de forma segura y sin margen de error posible- todas
las dudas que se nos presentan cuando tenemos que emitir una opinión
sobre aquella “dudosa” perdiz, que genera interrogantes, y de la cual
no podemos aún decir si es macho o hembra.
Las perdices criadas en su hábitat natural no presentan dificultad
alguna a la hora de diferenciarlas por su sexo. Aunque es cierto que
algunas hembras “amachadas”, conocidas en el argot cuquillero como
“vicarias”, suelen emitir ciertos “cantos” tratando de imitar a los
machos, en cuanto al tono, timbre y modulación de sus sonidos se
refiere. En estos casos, el experimentado oído del cuquillero sabe
distinguir, de forma inmediata, que se trata de perdices veteranas que
sólo intentar responder a nuestro reclamo con cantos algo extraños.
El problema de la diferenciación de sexos suele hacerse presente
cuando criamos perdices en cautividad. El escaso desarrollo de los
componentes del bando suelen traer consigo la aparición de muchas dudas,
a la hora de saber su sexo con exactitud.
Es corriente encontrar situaciones, donde se enjaulan pollos todos
los años haciéndose presente la incertidumbre acerca de su identidad
sexual. Incluso se suelen dar curiosas anécdotas de pollos cazados como
tales en su primer año, que llegados a su pleno desarrollo demostraron
lo equivocados que estaban sus dueños al creer que eran machos.
En estas ocasiones, la puesta de un huevo en el interior de la jaula o
en el terrero vino a sacar de la duda- de forma definitiva- al dueño de
aquel reclamo. En cambio, aquella perdiz que teníamos por hembra y que
se caracterizaba por disponer de un menudo tamaño, escaso desarrollo
físico, patiliso y con el canto algo ahembrado, en la que teóricamente
parecían no existir dudas acerca de su sexo…un buen día descubre su
identidad…y comienza a deleitarnos con melodías exclusivas de los
machos, entre ellos al emitir sonoros piñones.
La experiencia acumulada, tras muchos años criando perdices en
cautividad, suele ser un poderoso aliado que nos ayuda a saber
diferenciar el sexo en aquellos pollos más atrasados en su crecimiento. A
pesar de ello, la duda surge cuando menos te la esperas. En algunos
casos, la interrogante no suele despejarse hasta que adquieren un
completo desarrollo, o incluso ha sido necesario esperar al segundo celo
para confirmar el sexo de aquella perdiz.
Diferencias básicas
Con carácter general, existen diferencias básicas que nos ayudan a
distinguir a los machos de las hembras. Entre otras, destacaría las
siguientes:
Cabeza. La cabeza de la hembra suele ser abellotada,
de menor tamaño, así como su pico, que es más rectilíneo y de menor
grosor. Las cejas son más finas y de menor longitud, comparadas con las
del macho.
El ojo del macho es algo mayor y los de aquella son más vivaces,
inquisidores y penetrantes. Los tufos, o cerdillas, que son las
plumillas amarillentas que arrancan del nacimiento del ojo, disponen de
menor volumen y longitud en las hembras. En su aspecto externo, la
visible redondez en la cabeza del macho es otro aspecto que debemos
tener en cuenta.
Pico. Mucho más fino en las hembras y de menor grosor. Además, la curvatura final no es tan pronunciada.
Cuello. Las plumas del collar no suelen estar tan
bien “espurreadas” o “chorreadas”, son de menor tamaño y longitud que
las que dispone el macho.
Volumen. Son más pequeñas, más bajas y con tendencia
a ir algo agachadas en su caminar. En cambio, el macho adopta la
postura de ir andando erguido, encrestado a veces y con ciertos aires de
desafío.
Plumas. Las plumas laterales llamadas espejuelos, o
habas, son más pequeñas, con unos colores no tan vivos como los que
adornan la figura del macho.
Patas. Los dedos en las hembras son más cortos,
sobre todo el dedo central, que delata su sexo. No suelen presentar
espolones, aunque a partir del segundo año los suelen mostrar. En estos
casos suelen ser pequeños y rudimentarios. Otras veces sólo lo
desarrollan en la pata izquierda. Las patas, o cañas, de los machos
presentan muchas veces espolones, que dependiendo de su formación,
grosor y ocupación determinan su pureza genética, pues los criados en
cautividad son desproporcionados, y en ocasiones algo exagerados. La
longitud de la caña en la hembra es menor, con tendencia, con el paso de
los años, a desarrollar menos escamas que el macho, viniendo a ser este
detalle otro elemento diferenciador.
Cantos. La hembra no piñonea, aunque las más viejas
hacen una pobre imitación cuando se les provoca estando en cautividad.
El comienzo y terminación en el canto de cañón es distinto, ya que
aquella no marca los tiempos, canta de corrido, sin el timbre,
modulación, ni el reposo de los machos. El curicheo, o dar de pie, no
suele emplearlo y si lo hace es rápido, atropellado, sin cadencia. Así
mismo, no emplea otros registros sonoros exclusivos de los machos, como
es el sonido del claqueo. Este sonido es empleado por el macho antes de
proceder a copular con la hembra.
Comportamiento. Es más esquiva, huidiza, bronca y
desconfiada. En los puestos del reclamo despliega todos los mecanismos
de defensa de los que está dotada para su supervivencia. El macho, por
naturaleza, es más agresivo, pero también más noble y no tan observador
como aquella. Cuando criamos un bandillo de perdices se ve que son más
vivaces y nerviosas. De esta forma, cuando les administramos el verde
diario son las últimas en acercarse a disfrutar de tan suculento festín.
En fin, existen otras muchas diferencias para poder distinguirlas, pero
las anteriormente enumeradas son las más básicas, quizás las que nos
puedan ayudar, en un primer momento, en su diferenciación.