El
maullido del “calentón”, está provocado por el cuquillero al arrimar
dos pájaros de sangre para que inicien un enfrentamiento. Una vez
“agarrados”, al volverlos a colocar en sus lugares habituales suelen
soltar algún suspiro del calor de la pelea.
No siempre tiene que ir asociada la idea de maullido con un estado que suele definirse con “estar pasado de celo”
Existe el maullido propio de aquellos reclamos que tienen por costumbre desahogarse de esta forma y lo emiten durante todo el año, y así maúllan de vez en cuando dentro del terrero, bien después de acicalar sus plumas, o después de darse un bañito de tierra. En estos casos estos suspiros no indican ningún estado de celo, ni calor, ni excitación, ni irritabilidad... simplemente estamos ante un suspiro de complacencia, trasmitiendo de esta forma el encontrarse a gusto en el lugar donde lo tenemos ubicado.
‘Calentón’
También existe el maullido del “calentón”, esta vez provocado por el
cuquillero al arrimar dos pájaros de sangre para que inicien un
enfrentamiento. Una vez “agarrados”, al volverlos a colocar en los
lugares donde suelen estar situados en el jaulero y cesar los cánticos
retadores provocados, suelen soltar algún suspiro, o maullido, derivado
del calor acumulado en la pelea, aunque pasado cierto tiempo vuelven a
un estado normalizado. Este es un suspiro ocasional y empleado de forma
circunstancial. Tampoco indica celo, ni excesivo calor. Denotan casta y
maneras aquellos reclamos que emplean este sonido.Otro tipo de maullido es aquel que emiten cuando están enzarzados en la pelea sonora que mantienen en el jaulero. Entonces, algunos de ellos cesan en sus cánticos, y como si redondearan su cuerpo, colocan la cabeza en forma “pensativa”… y de vez en cuando sueltan un grito plañidero, flojo, sin fuerza… vienen a indicarnos el comienzo en la adquisición del celo. Encontramos también el maullido repetitivo, casi secuencial, emitiendo cada cierto tiempo un suspiro profundo, largo, sonoro, cronometrado. En estos casos tenemos que estar muy pendientes pues ya hablamos de celo verdadero. Por un lado disponemos ya del reclamo encelado, cuyo celo hay que saber “dosificar” y mantenerlo a toda costa, sin que se suba (que nos haga pensar en un posible pelecho extemporáneo), ni que se baje en demasía. En estos casos sus respuestas en el tanto son las que nos indican si debemos utilizar urgentes medidas de enfriamiento para mantener ese estado.
Suspiros en el pulpitillo
Otro tipo de suspiros son los que oímos en el campo a nuestro
reclamo, en el pulpitillo. Si su utilización es mínima y muy ocasional
no debemos preocuparnos pues es la consecuencia del estado de calor
adquirido por la pelea dialéctica que mantiene con el campero. Pero
¡ojo!, si estos mismos suspiros cortaran los cantos o el trabajo del
reclamo entonces sí tenemos que ocuparnos en rebajar, de forma
inmediata, ese excesivo calor y celo que mantienen, pues estamos a un
solo paso de un pelecho no deseado, o de un estado denominado de celo
pasado.En ocasiones el suspiro se produce después de un trabajo exquisito en el tanto realizado ante una hembra astuta, escurridiza y resabiada a la que ha conseguido entrar en plaza cuando previamente ha empleado todos los recursos zalameros y de conquista imaginables. Al realizar el correspondiente entierro, emplean unos suspiros para aflojar la tensión acumulada del lance vivido, mientras observan desde su trono la inmovilidad de aquella perdiz abatida que hace poco tiempo lo había provocado.
Los reclamos de sangre, cuando se encuentran encelados y se enzarzan en luchas interminables, emiten unos largos suspiros que van precedidos de ardorosos claqueos dirigidos a sus vecinos de encierro, demostrando con ello su casta, su celo…. ya que la sangre les hierve y nos lo deja tranquilos. No obstante, muchos de estos reclamos que son muy propensos a emitir con frecuencia el maullido, lo son también para adquirir con prontitud celos excesivos que les llevan a pasarse en ellos, haciendo alarde de su casta y, en ocasiones, hasta de una excesiva bravura.
Los pájaros de menos poder, y con menor valor ofensivo, suelen emitir un suspiro flojo, entrecortado, cuando le arrimamos un contrincante de mayor empuje, para a continuación soltar un cobarde chirrido acompañado de la escena de agacharse, trasladando con esta actitud al más valeroso, su acatamiento y su subordinación.
No confundamos esta especie de imitación del chirrido con el verdadero, que es aquel otro utilizado por el reclamo veterano en el tanto para mover el campo receloso, jauleado, o simplemente por falta de celo o valentía. Este sonido es distinto al anterior, pues su objetivo es precisamente provocar la movilidad de la perdiz y sacarla de su indiferencia.
No siempre es sinónimo de celo pasado
No siempre tiene que ir asociada la idea de maullido con un estado
que suele definirse con “estar pasado de celo”. Aunque es cierto que en
algunos casos, y sobre todo al final de temporada, donde los maullidos
se suceden, los cantos guerreros son inacabables y los desafíos que
mantienen en el jaulero se suceden de igual manera. En estos casos los
trabajos en el tanto suelen además caracterizarse por una excesiva
bravura, por cánticos retadores en exceso y además con celos pasados con
lo que el campo no suele entrar ante este ofrecimiento guerrero de
nuestro pájaro.Son estos casos cuando relacionamos los suspiros con celos pasados. Lo que procede es, cuanto antes, enfriar a los reclamos de sangre antes que nos avisen con la caída de parte de su plumaje. De ahí que sea siempre aconsejable que la adquisición de los celos vaya siempre al compás de la perdiz campera, de forma gradual, sin provocaciones artificiales, con una alimentación equilibrada que haga posible la adquisición de celos verdaderos, naturales y duraderos durante toda la temporada del cuco.
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