Considerar arte esta
apasionante modalidad no es más que una realidad para los que la
practicamos; así como hay personas que desde muy temprana edad tienen
una virtud especial para la música, el toreo, la escultura, el dibujo o
la interpretación, los jauleros nacen y se hacen con el tiempo, con la
paciencia necesaria y el perfeccionismo impreso en su carácter.
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La práctica de tan arraigada modalidad data de la época romana en la Península
Algunos, con el paso de este tiempo y después de probar las
sensaciones vividas dentro de un puesto, se aferran a esta modalidad y
ya no hay manera de que lleguen a dejarla mientras las fuerzas se lo
permitan. No han nacido en cuna jaulera, no han heredado esos genes,
pero sí que los han ido desarrollando, volcándose apasionadamente en
este arte, descubriéndolo y huyendo de tópicos creados por quienes
nunca lo han practicado y, por tanto, lo desconocen. Entonces se dice
que ha nacido un jaulero, cuando la modalidad entra en vena y se
enquista de por vida.El reclamo en el tanto hará, con sus cantos batalladores y corteses, entrar en plaza al par dominante de la zona.
© David L. Amador.
Hoy en día los antiguos aguardos de ramas han sido sustituidos por puestos portátiles de tela de camuflaje, desde donde es más sencillo ver lo que sucede a nuestro alrededor, y además son más cómodos y fáciles de transportar. © David L. Amador.
Tan importante como tener un buen reclamo es preparar un puesto adecuado desde el cual disfrutar del trabajo de un pájaro. © David L. Amador.
Las circunstancias no siempre acompañan, se dan muchos inconvenientes para que el puesto se pueda desarrollar de manera ideal, nos encontramos con días desapacibles de aire, frío excesivo, lluvia intensa, niebla... días ideales en los que casualmente aparece un rebaño de ovejas o cabras, esparragueros, taladores, senderistas, días de águilas, buitres, perros abandonados, el campo flojo o pasado de celo... un sinfín de circunstancias. Incluso así el ánimo del jaulero siempre es optimista, siempre huirá del disparo rápido, pues con él viene el final del lance y lo importante de la caza con reclamo de perdiz es lo previo a ésta.
Hay ocasiones en que se produce un indulto involuntario por aguantar excesivamente en plaza al campo, pues no nos cansamos de verlos allí, mostrando con total naturalidad los atributos que posee tan perfecta ave; otros son merecidos por aquellos protagonistas que por casta, valentía y labor realizada lo merezcan; entramos con ello en lo selectivo de esta modalidad. Para una adecuada gestión del coto y dependiendo del número de machos o hembras, pájaros viejos y hembras viejas, que son menos adecuados para la cría, se podrá realizar una selección acorde a su gestión.
Lo anterior es parte de esta modalidad, de este arte apasionante y apasionado por quienes los practicamos y tan puesto en duda por los que no se han tomado la molestia de intentar comprenderlo, estudiarlo y analizarlo con detenimiento. Debe ser así, pues la práctica de tan arraigada modalidad, data de la época romana en la Península, representada en grabados y mosaicos de la época, utilizándose el mismo tipo de jaula que se viene empleando en la actualidad; evidentemente, los materiales han ido cambiado y se han modernizado, pese a que aún y en nuestros días, se emplean jaulas confeccionadas con ramas de olivo, esparto y mimbre.
El método igualmente empleado, red, piedras, lazos y flechas... ha sido paulatinamente sustituido por la escopeta; distintos calibres son utilizados para el puesto, siendo los más usados el calibre 16 y el que impera en nuestros días, el 12; al unísono las escopetas de perrillos han dado paso al empleo de paralelas, superpuestas e incluso semiautomáticas.
También los pulpitillos se han modernizado y las antiguas construcciones con piedras o ramas se han cambiado por tantos metálicos.
© José David Gómez.
El tanto o pulpitillo se sustituye por uno artificial, normalmente realizado en hierro o acero, que hace las veces que antes realizaban aquellas auténticas obras de ingeniería y construcción en piedra o con la utilización de las ramas de cualquier lentisco, taraje u olivo. No era un trabajo fácil la confección de estas plazas realizadas con el máximo de los esmeros y personalizadas de tal forma que denotaban quién era el jaulero que las había realizado por el cuidado y mimo empleado en ello.
Todavía perduran en muchísimos de nuestros cotos, bautizadas con nombre propio, quizás de su primer hacedor o de alguna anécdota acontecida en su lugar, que año tras año se van arreglando, pues el devenir del tiempo inevitablemente va dejando huella en éstos…
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