martes, 25 de febrero de 2014

Así se construye el puesto del reclamo


En este reportaje te explicamos todo lo que necesitas saber

Quizá alguna vez hayas pensado en practicar esta modalidad pero no has tenido ocasión o alguien cerca con quien iniciarte. Aprende todo lo necesario, desde la manera de fabricar el pulpitillo para colocar a tu reclamo hasta cómo construir la tronera y camuflarla.




Así se construye el puesto del reclamo

By Jara y Sedal on 11 febrero, 2014


En este reportaje te explicamos todo lo que necesitas saber

Quizá alguna vez hayas pensado en practicar esta modalidad pero no has tenido ocasión o alguien cerca con quien iniciarte. Aprende todo lo necesario, desde la manera de fabricar el pulpitillo para colocar a tu reclamo hasta cómo construir la tronera y camuflarla.

Texto y fotos: Leopoldo del Valle Yanguas



Si en la caza mayor es el aguardo nocturno la modalidad más discutida y perseguida, incluso entre los cazadores, en la menor es la caza de la perdiz con reclamo la gran incomprendida. Es cierto que, para aquellos desafortunados que no han tenido la oportunidad de cazar esta modalidad, que no la han sentido ni vivido, les pueda parecer algo ‘escandalosa’. Les animo a que la prueben, a que disfruten de ella, a que se la trabajen y a que saboreen su recompensa. A unos no les gustará y seguramente no volverán a cazarla más. En cambio otros, no sé si con mejor o peor suerte, quedarán enganchados al perdigón para el resto de sus días, pasando a convertirse el resto del año en un eterno preludio de esta época, el tiempo de reclamo. Pero bueno, vamos a lo nuestro. Pongámonos ‘manos a la obra’, nunca mejor dicho, y empecemos a montar el escenario. Lo que nunca se nos puede olvidar echar en la mochila son unos guantes de albañil que nos protejan de las piedras y de las jaras, un podón, cuerdas y, para rematar, unas tijeras de podar.

El puesto, por el repostero

A la hora de ubicar nuestro puesto, lo primero que tenemos que tener en cuenta es dónde estará el repostero o pulpitillo, pues es en torno a éste donde se va a desarrollar toda la función. O sea, primero debemos tener muy clara la ubicación exacta del repostero para, a partir de éste, montar nuestro puesto. Conviene que, en pendiente, el pulpitillo esté por encima del puesto. Es decir, que cuesta arriba el puesto aparezca antes que el repostero.

Una vez decidido dónde se va a desarrollar la faena, podemos optar entre varios tipos de reposteros en función de los elementos estructurales que tengamos a mano. Generalizando, diferenciamos entre pulpitillos de matorral, de piedra y portátiles o de gancho. Claro está que cada coto puede presentar elementos particulares que cumplan esta misión. En una finca de monte nos serviremos de la consistencia que pueda otorgar una coscoja u otra quercínea de porte arbustivo para colocar nuestro pájaro. La base de la jaula deberá estar a, más o menos, 80 centímetros de altura, por lo que el matorral no deberá ser mucho más alto. Buscaremos la zona donde las ramas se empiezan a bifurcar, la altura de fuste, para formar en ésta la base que soportará la jaula. Despojadas las ramillas sobrantes que incomodarían nuestra tarea y la del pájaro, construiremos la base. Con unas jaras no muy gruesas y algo flexibles, o con ramillas de lentisco, haremos una especie de plato enrollando las ramas entre la cruz del matorral. Las aseguraremos con unas cuerdas –las negras de las alpacas resultan idóneas–. Sobre esta estructura haremos lo mismo con ramas de tomillo, enrollándolas a modo de pared, formando como una pequeña plaza de toros; también pondremos más de esta aromática planta en la base, sobre las jaras.



Situando la jaula

Debemos asegurarnos de que la estructura está quedando totalmente firme, bien sujeta, pues sobre ésta irá nuestro pájaro y hay que tratarle con mucho mimo: si se nos cae, nos quedamos sin ‘jaula’. Para finalizar, pondremos algo de pasto para que ésta asiente perfectamente, mientras que en la copa dejaremos más o menos follaje en función de cuánto queramos tapar a nuestro pájaro. De cara al puesto, deberá estar limpio para que las del campo entren en plaza.

Las piedras de tamaño medio-grande, consistentes y lisas también son también excelentes para colocar la jaula. Con tres o cuatro nos bastará, colocando unas sobre otras. Otra opción es situarla sobre un mojón de los que deslindaban las fincas –siempre y cuando la linde del coto no sea ésa–, que suelen tener la altura perfecta: sólo la tendremos que asegurar con unas cuantas piedras más. Sobre la piedra haremos una base parecida a la anterior. En ambos casos, será necesario reforzar nuestra estructura con matorral, como jaras o retamas. Dispondremos las jaras alrededor de las piedras, unas hacia abajo y otras hacia arriba, formando una especie de diábolo en posición vertical. El repostero estará terminado cuando quede completamente firme y la jaula no tiemble lo más mínimo.

Pulpitillo portátil o de gancho



Es el más rápido de montar y, bien sujeto, es el sistema  más seguro, pues la jaula se fija a éste mediante un gancho o abrazada a su base con ayuda de unas palometas. ¿Cómo colocarlo? Pues aprovechando algún matorral para disimularlo entre éste, de tal forma que no se vea demasiado el mástil del gancho. Del mismo modo que hacíamos con el de piedra, aquí también formaremos un diábolo. Del grado de cobertura de matorral que tengamos en la base del pulpitillo dependerá la forma en que la perdiz entra en la plaza: así evitaremos que tenga espacio como para meterse debajo de la jaula.

Es importante también que, tanto en los reposteros de monte como en los de piedra, no existan montículos justo pegando a éste y a la altura de la jaula, pues puede darse el caso de que la pareja entre por detrás y se quede en ellos sin entrar en plaza, perdiendo la oportunidad de matarle la caza a la jaula.

Y ahora, la postura

Una vez construido el pulpitillo, vamos con el puesto. Lo situaremos a unos 16 pasos, dependiendo de cuánto abra nuestra escopeta y el daño que haga a las piezas. Aquí, como en los reposteros, diferenciamos entre puestos de monte, de piedra y portátiles. Los más trabajosos son, claro está, los de monte y los de piedra, pero, quizá por el sudor que nos ha costado hacer el puesto, la caza dentro de él se saborea mejor, se siente de distinta manera, se disfruta más el sentimiento de recompensa en cada cante de entierro de nuestro pájaro. El de monte lo haremos aprovechando, si es posible, el corte del propio monte, unas chaparreras o unos lentiscales, de tal forma que al finalizar quede perfectamente mimetizado, que nos sea difícil encontrarlo. Deberemos escoger un lugar que resulte cómodo. Lo iremos montando de abajo hacia arriba y de delante hacia atrás, esmerándonos en las partes bajas y en el frontal. En la trasera situaremos la puerta, sirviéndonos para ello de unas ramas de matorral apuntando hacia el suelo, de manera que quedemos bien tapados. Deberá ser lo suficientemente espacioso como para que podamos mover un poco las piernas y manejar cómodamente la escopeta: todo dependerá de la corpulencia del cazador.

El puesto de piedra

Esta postura cubre mejor que la de monte, pero para construirla es imprescindible disponer de piedras en el lugar adecuado… y eso no siempre es posible. Lo haremos de forma circular, como un chozo, manejándonos con grandes piedras en la base y puestas unas con otras por su parte más larga, apuntando la parte más estrecha hacia nosotros. Con esto conseguiremos una estructura más consistente. Como en el de monte, la entrada la situaremos por detrás, a ser posible en forma de ‘V’ para taparla más cómodamente con un matojo. La mejor manera de construir un puesto, tanto de monte como de piedra, es entre dos personas: una que se encargue de traer al compañero las ramas o piedras adecuadas mientras éste monta la estructura para, después, metido el compañero en el puesto, terminar él mismo atendiendo al que está dentro –tapando bien todos los huecos tanto por arriba como por abajo– y situando bien la tronera, el hueco por el cual vemos la plaza y la jaula y a través del que asomaremos los cañones de nuestra escopeta para disparar.

El lugar donde nos sentaremos

La tronera deberá tener el tamaño justo para que nos permita realizar las acciones mencionadas, no más. Será el compañero que se encuentre dentro el que, una vez sentado, sitúe la tronera. La formaremos con ramas o piedras, asegurándola bien, y la remataremos enroscando unas ramas de tomillo dentro del hueco. Esta labiada cubre muy bien y, si el puesto es de piedra, evitamos hacer ruido o rayar los cañones de la escopeta.

En cuanto a los puestos portátiles, existen en el mercado varios modelos: de varillas, de muelles, de caña… Eso sí, la tela debe quedar bien tensa, evitando así que un golpe de viento espante a las campechanas. Lo camuflaremos entre retamas o algunos matorrales lo máximo posible pero sin alterar mucho el terreno por si lo extrañan las patirrojas. Con estos apuntes, sólo nos queda enriquecer nuestra sabiduría con nuestra propia experiencia. Mucha suerte, paciencia y ¡buena caza! JyS







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