miércoles, 17 de abril de 2013

El cuco, esa caza tranquila






Todos los años por estas fechas raro es el medio dedicado a la caza que no está preparando unas letras o páginas para dedicarlas a esta antiquísima modalidad ante la proximidad de su inicio, a la de la perdiz con reclamo, al cuco como Manuel y otros muchos cuquilleros o pajariteros le llaman.

Una modalidad de caza de la que Manuel siempre se ha considerado un verdadero y eterno enamorado. Y es que según él es una modalidad de caza que siempre le ha hecho recordar las que fueron las dos mejores etapas de su vida como cazador, las de su infancia y juventud.

Aunque Manuel vivía en la sierra y al pueblo solo iba a cortarse el pelo y poco más, dice recordar que en Baños de la Encina (Jaén), durante muchos años esta modalidad fue el inicio para algunos en la caza y la jubilación para la mayoría en ella, precisamente por ser una caza tranquila para la que no hace falta tener grandes facultades físicas.

Manuel muy a menudo suele decir que cuando era tan solo un niño le encantaba escuchar las tertulias-debate sobre el cuco que mantenían los cuquilleros de Baños de la Encina en varios lugares del pueblo. La mayoría de ellos hombres ya jubilados y bastante mayores. Una de esas tertulias la iniciaban a diario un grupo de ellos a media mañana en la parte alta del pueblo, en la Cruz de las Azucenas, mientras tomaban el sol o la sombra según la estación del año que fuese.

Se sentaban en las duras piedras de asperón que forman la escalinata sobre la que está asentada la Cruz, y allí se tiraban horas y horas hablando de sus pájaros y vivencias que habían tenido con ellos en los puestos.

Otra de estas tertulias-debate la formaban otro grupo de cuquilleros en la tienda de "Paquito el de Juan Rafael", por ser Paquito un gran aficionado y entendido de esta modalidad de caza. Allí se juntaban además de Paquito, Blas Espinosa, "Periquito el Carpintero", Pepe Rodríguez, "Josiri" y otros más, que en el pico del mostrador mientras se tomaban algún que otro vinillo hablaban y debatían sobre el tema, algunas veces hasta (posiblemente a consecuencia del vino) lo llegaban a hacer hasta de forma acalorada. Según se comentaba, estos últimos posiblemente fuesen los que mejores pájaros tenían en el pueblo.

Otra tertulia muy importante de las que a diario se montaban era la de la barbería de la plazuela, en la de "Cara Oveja", lógicamente porque también este hombre era un gran aficionado a la caza del cuco y tenía allí un montón de pájaros colgados en la barbería, que por cierto, cuando el barullo o tono de la tertulia subía demasiado, algunos de aquellos pájaros se ponían a cantar con más fuerza que un tocadiscos.

A esas tertulias le encantaba a Manuel arrimarse cada vez que iba al pueblo, aunque siempre se quedaba un poquito retirado y en silencio escuchando, debido al "cante" que por su corta edad daba entre aquellos hombres mayores.

Después de haber pasado ya una pila de años, Manuel dice que se le pasaban las horas sin darse cuenta embobado mientras escuchaba a aquellos verdaderos maestros del cuco contar con todo tipo de detalles las miles de batallitas que habían tenido en los puestos con sus pájaros, llegando algunas veces hasta apostar cada uno por los suyos diciendo que eran los mejores.

Manuel ponía tanta atención y entusiasmo escuchando aquellas tertulias, que ahora al cabo de tantos años dice seguir recordándolas como si hubiese sido ayer cuando las escuchaba. Además confiesa, que en ellas pudo aprender más sobre el cuco que en cien puestos, ya que aquellos hombres eran verdaderas "Enciclopedias de Cuco", pues tenían soluciones para casi todos los defectos de los pájaros, tanto para el que no recibía bien como para el que era bronco, para el que dejaba de cantar cuando tenía cerca los del campo como para el que cantaba con demasiada fuerza. Eso sí, cuando se trataba de un verdadero "mochuelo" sin remedio, decían que lo mejor que se podía hacer con él era abrirle la jaula en el campo y dejarlo allí, ya que milagros no se podían hacer y el trigo era demasiado caro.

De todas formas Manuel recuerda otras muchas cosas del cuco de cuando era aún un niño, como por ejemplo cuando iba o pasaba por los encalados y blancos cortijos que había en la sierra, ya que siempre se paraba en ellos a escuchar los pájaros que había colgados en sus fachadas, unos pájaros bien seleccionados que solían cantar como verdaderas "gramolas", pues los serreños de aquella zona de Sierra Morena casi todos eran también grandes aficionados a esta caza que practicaban con verdadero conocimiento de ella y sus reclamos.

A Manuel la afición a esta caza de la que siempre se ha declarado un verdadero enamorado no solamente le vino por lo anterior, el verdadero motivo fue que la primera vez que salió al campo solo y con una escopeta al hombro lo hizo con un pájaro colgado a la espalda dispuesto a hacerle un puesto. Y es que por entonces era tan pequeño que su padre no lo dejaba todavía salir a cazar en mano con él. Le decía que al ser tan pequeño sus brazos no serían capaces de mantener la escopeta a pulso para tirar y, que en caso que lo fuese, cada vez que soltara un tiro lo sentaría en el suelo, así que para que matara el gusanillo de la caza que ya tenía metido hasta la mismísima medula, lo que hacía era dejarle de vez en cuando uno de sus pájaros para que le hiciese un puestecejo, no sin antes leerle hasta "Las Leyes Penales", pues cada vez que se lo dejaba, con la cabeza baja, tenía que escucharle decir lo mismo, que como le hiciese una jugarreta al pájaro y se lo estropease le iba a dar un capón de los que hacen chichones.

La verdad es que el padre de Manuel era muy metódico a la hora de practicar esta caza, de ahí que siempre le dijese a Manuel que el cuco jamás debía verlo como un medio para matar perdices, que para eso tenía la perra y el campo para patearlo detrás de ellas, que el cuco había que verlo como algo muy diferente a eso, que era para disfrutar del comportamiento del reclamo y de los pájaros del campo, y que por eso debía practicar siempre esta caza como realmente mandaban los cánones, con mucho respeto y dentro de sus reglas, unas reglas que aunque no pudiese leerlas en ningún papel debía aprenderlas de todo lo que él le decía.

Manuel disfrutó tanto de sus inicios en aquellos primeros puestos de cuco, que su afición a él se acentuó hasta el punto de tener con tan solo diecisiete años más de veinte pájaros de reclamo para el solo.

Lo que si que solía decir Manuel siempre, es que casi todos los pájaros que había tenido habían sido unos "mochuelos", que en todo el tiempo que había tenido pájaros tan solo había conseguido tres buenos, aunque más que buenos aquellos decía que eran maravillosos por lo completos que eran en todas y cada una de las fases que componían un lance en el cuco.

Uno de aquellos tres pájaros se llamaba "Cinco Duros", y le puso este nombre por ser lo que le había costado a su padre cuando se lo regalo. El pájaro lo trajo hasta Sierra Morena un pastor desde Las Majadas, un pueblo de Cuenca, y según él lo había cogido pequeñito en el campo y lo había criado en casa allí en su pueblo. El pájaro era muy bueno, aunque Manuel decía que dentro del "ritual" una de sus fases la podía hacer mejor, es decir, que era mejorable, pero que de todas formas en conjunto cumplía bien.

A otro de los tres le cambió el nombre al cabo de dos años de tenerlo, le puso "El Tuerto", ya que al cabo de ese tiempo Manuel se dio cuenta que por uno de sus ojos no veía nada. Este pájaro era mejor que el anterior, el único problema que tenía era que le costaba "arrancar" algo más que los otros dos, era algo más tardío, ya que se "hacía" después de haberle hecho algunos puestos, pero cuando "arrancaba" era de lo mejor que él había visto.

Y luego estaba "El Pavo", que era el mejor con mucho, y le llamaba así por lo grande que era. Aquel pájaro se lo había cogido un antiguo cazador de los que cazaban las perdices durante la noche con la luz de un carburo minero y una red, de una forma ya olvidada desde hace muchos años por aquella zona de Sierra Morena. Se lo cogió al lado de El Centenillo, y cuando se lo trajo metido en un talego, al sacarlo para meterlo en la jaula Manuel se quedó asombrado al ver lo grande que era aquel pájaro, parecía eso, lo que le puso por nombre, un pavo.

"El Pavo" era el mejor pájaro que Manuel decía haber tenido nunca por lo completo que era. Como anécdota contaba que un día que estaba de cuco con él, después de llevar en el puesto más de una hora metido y haberle tirado ya un par de pájaros, se le presento por la parte de atrás un señor de Granada que todos los años iba a cazar el cuco en la finca que había al lado de la que vivía Manuel, y que después de darle las buenas tardes aquel educado señor y pedirle perdón un montón de veces por haberlo interrumpido, le dijo que había estado oyendo el pájaro desde donde él había estado puesto y que venía dispuesto a comprárselo, ofreciéndole unas cifras que por aquel tiempo le hacían abrir los ojos como platos a cualquiera. Ante la negativa de Manuel a venderle el pájaro, este hombre acabó diciéndole que entonces pusiera él el precio, que no se preocupara al pedir, que estaba dispuesto a pagar lo que fuese por él. Al final y después una larga charla sobre la compra y venta del pájaro, Manuel le dijo al señor que lo único que podía hacer, sabiendo como sabía por la gente de aquella zona de sierra que era un buen cuquillero, era dejarle el pájaro para que lo cazase esos días que iba a estar por allí, pero sin ningún tipo de compromiso.

Cuando al acabar la temporada del cuco y antes de marcharse el señor a Granada le llevó el pájaro a Manuel, le dijo que lo cuidara como a una verdadera joya, pues a él en unos días le había hecho disfrutar en los puestos que le había hecho más que en toda la vida practicando esta modalidad de caza, y que no pensara que él no había tenido buenos pájaros durante su vida, que los había tenido muy buenos, pero que tenía que confesar que como aquel ninguno ni por aproximación.

Pues bien, ahora viene lo triste de la historia de Manuel con sus pájaros y el cuco. Al cabo de los dos años de haber conseguido Manuel, a base de mucho trabajo con ellos, esos tres maravillosos pájaros, dejó de cazar el cuco para siempre, digo para siempre porque hace treinta años que no lo practica, pues se le murieron todos los pájaros que tenía en tan solo unos días y de la forma más rara, pues hasta el último día estuvieron gordos y con su plumaje totalmente limpio, aquello fue algo muy raro y difícil de explicar.

Aunque después hubo algún amigo que quiso dejarle algún pájaro para que siguiera practicando esta modalidad de caza, Manuel se negó rotundamente, alegando que conseguir otra vez pájaros de la talla de los que había tenido era muy difícil, que eso no se conseguía en dos días, que él pensaba que realmente bueno y completo se conseguía uno de cada cien encerrados, y que ya no estaba dispuesto por mucha afición que tuviese a hacer otra selección de pájaros como la que antaño había hecho, y menos si pensaba lo que le había ocurrido anteriormente con ellos, que lo había pasado tan mal que no estaba dispuesto a sufrirlo otra vez.

Al final Manuel decía que de esa caza ya solo le quedaba disfrutar de lo que no le podía quitar ninguna epidemia en los pájaros, de los recuerdos, máxime siendo capaz como era de cerrar los ojos y retroceder para atrás en el tiempo para revivir y vivir de nuevo todos aquellos momentos antológicos que había vivido con sus pájaros en los puestos, algo que hace todos los años cuando llega la temporada de esta caza tranquila, una caza que aún siendo practicada mayoritariamente por cazadores ya mayores, él la empezó a practicar y disfrutar igual que FideoJr cuando tan solo era un niño que casi no podía con el pájaro a la espalda y la escopeta al hombro.

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