miércoles, 30 de enero de 2013

AFICIONADOS AL RECLAMO.


La modalidad de la caza de la perdiz con reclamo se nutre de distintos tipos de «aficionados» y AFICIONADOS, según la enseñanza recibida, transmitida, o según la óptica con la que mire cada jaulero.
El AFICIONADO, con mayúsculas, es el que se encarga personalmente de cuidar, mimar y atender sus reclamos todo el año. Los conoce a la perfección: por sus cantos, por sus formas, sabe el carácter de cada uno de ellos, sus distintos estados de ánimo, etc.
Existe el «aficionado» que se despreocupa totalmente de sus reclamos al finalizar la temporada del cuco. Por ello es frecuente que acontezcan situaciones que se caracterizan por la muerte de casi todos sus reclamos ya que el abandono, el descuido total, tanto en alimentación como en higiene, es la nota predominante de aquel que no debe tener el honroso título de llamarse cazador de la perdiz con reclamo.
Existe también otro «aficionado», personaje muy peculiar, que es aquel que disponiendo de una economía muy saneada sólo se preocupa de que lleguen a su jaulero los reclamos que pueda adquirir, siempre los billetes se encargan de llenar su «pobre» jaulero. En este sentido nunca han sabido hacer un reclamo, pues eso de hacer muchas y largas sentadas, y así aportarle oportunidades al pollastre, o segundón, con cualidades cantoras, no está en su agenda.
También existe otro tipo de «aficionado» que sólo le gusta «cazar el pájaro», pues las tareas de cuido, alimentación y limpieza se las encomienda a personas a su cargo durante todo el año. En cuanto finalizan los calores estivales y adquiere algo de «celillo» suele preguntar al encargado de turno por el estado que se encuentran sus reclamos y su rápida disposición a reponer el jaulero si han existido demasiadas bajas.
Por otro lado hay que señalar también al «aficionado» llamado «coleccionista» de reclamos; suele ser aquel que, disponiendo de cierta solvencia económica, enloquece ante la presencia de cualquier reclamo a la venta, todos los que contempla son de su agrado y así no es raro contarle un excesivo número de perdices. Esta situación trae consigo que cuando llega la temporada de caza del cuco no sabe cual de sus reclamos debe de sacar al campo.
En estos casos siempre suelen contar con «un probador oficial» que suele ser una persona de confianza que se encarga de desbravar los pollos, de campearlos, y de ir seleccionando y clasificando según los resultados observados en el tanto. Aquellos reclamos que han «sacado buena nota» pasan, en poco tiempo, al dueño de la colección que ya se encarga de «cazarlos».

Foto: tibi
También está aquel otro que es sólo «aficionado tirador», sólo va al campo a tirar y a tirar. Lo importante es presentarse después en el bar, donde se mantiene la acostumbrada tertulia, y presumir del número de perdices abatidas. En estos casos nunca tienen un reclamo bueno pues las malas artes empleadas para luego enseñar la caza, les hace estropear una y otra vez a los reclamos que pasan por sus manos.
Existe también el «estadístico», y es aquel que sólo vive para y por lo números. Su única obsesión radica en batir la marca de la temporada del reclamo del año anterior y así se descompone, se amarga y se angustia ante la posibilidad de «tirar» en la temporada menos pájaros que en la anterior. Estos estadísticos, o numéricos, jamás disfrutan de los trabajos del reclamo, ya que su objetivo, su meta… es superar los números… de perdices abatidas por años.
Otro caso parecido es aquel que no conoce a sus reclamos pues todos le parecen iguales, todos cantan igual, todos… son idénticos. Para solucionar este problema se ayuda de distintos tipos de cartelitos, o señales en las jaulas de sus moradores, para saber distinguirlos. Si se les llega a cambiar de casilleros ya no sabe qué reclamo es, cuando todos los reclamos son distintos, no existen dos reclamos iguales ni en cantos, ni en su aspecto… ni en su forma de cazar… no se da, como en la personas, los casos de ser mellizos o gemelos y aún en estos casos siempre existen diferencias sustanciales.

Foto: rafarafa
No se nos puede olvidar tampoco el «aficionado comodón». Como su nombre bien lo indica ya nos hacemos una idea muy aproximada de las «cualidades» que lo adornan. Por ello, eso de cambiarles la tierra durante el pelecho con frecuencia, de mimarlos, de atenderlos como se merecen… qué va… qué va… con la tierra primera, cuando los colocan en los terreros, van más que listos. En este grupo también nos encontramos con aquellos que pelechan a sus reclamos en jaulas creyendo que en ella realizan sus campeones una mejor muda, eso de doblar el lomo, acarrear tierra… y todo lo que ello conlleva es demasiado para ellos… aunque no quieran reconocerlo.
Dentro de esta escala también existe «el aficionado motero» denominado así por no aguantar en los puestos más de media hora. Cuando comprueban que no existe respuesta del campo, desmontan el «kiosco»… salen a la carrera y, como si fueran subidos en una moto de gran cilindrada, salen a escape buscando una nueva ubicación… y así todo el día… con pájaros «parriba»… pájaros «pabajo»… todo un numerito.
Está también aquel otro que sale al campo con tres reclamos por puesto y así, «bien cargaico» con pájaros a la espalda, lo vemos más que pertrechado. Suele darle a cada pájaro, en el tanto, en torno a media hora y está deseoso de colgar cuanto antes al segundo y luego al tercero. Incluso vuelve a rotarlos de nuevo durante la duración del puesto por lo que los paseos por plaza, de este otro «aficionado», es lo que presenciamos, si tenemos la oportunidad de hacerlo.
Existe también aquel que pondera en demasía las cualidades de sus reclamos. Para este «aficionado» todo su jaulero se compone de fenómenos, de reclamos de bandera, e incluso los pollos, o incipientes reclamos, ya disponen de cualidades sobradas para catalogarlos como excelentes. No existe, en consecuencia, en su particular diccionario pajaritero, la expresión «media cucharilla», tampoco la de «mochuelo»… ni la de «puesto malo»… entre otras. Se vanagloria de disponer del mejor jaulero, de ser el más entendido entre todos y claro está… eso de aceptar un consejo cuquillero de otro jaulero… no entra en sus cálculos.
Dentro del grupo que estamos catalogando de «aficionados» está aquel otro que no sabe disfrutar de la presencia de la perdiz valerosa en la plaza, pues se apodera de él tal nerviosismo que en cuanto aparece, alguna veces antes de llegar al reclamo, alivia su estado disparando sin que haya existido esa pelea necesaria entre la perdiz montaraz y el reclamo. Ni que decir tiene que nunca tienen un pájaro bueno en su jaulero ya que los sistemas de caza que utilizan dejan mucho que desear.

Foto: tito mimi
En el repaso que estamos haciendo no se nos puede olvidar aquel que la envidia le hace ir tras aquella perdicilla, enviudada hace tiempo, y dejada por el cuquillero de casta para simiente del año que viene, en una zona donde la densidad perdicera es muy baja. Todo vale para tirar y apuntarse un nuevo tanto en su lista perdigonera.
En fin, «aficionados» de estos estereotipos y condiciones existen tantos como variantes queramos encontrar y analizar.

Por último existe el AFICIONADO —con mayúsculas—, el único que en realidad lo es, por merecimientos, conocimientos y por las actuaciones de aquel que sí tiene el honor de llamarse de esta forma. Este jaulero es el que se encarga personalmente de cuidar, mimar y atender sus reclamos todo el año. Los conoce a la perfección: por sus cantos, por sus formas, sabe el carácter de cada uno de ellos, sus distintos estados de ánimo, etc.
Los cuidos que prodiga a sus reclamos en la época crítica del pelecho son los mejores que se pueden ofrecer. De ahí que es muy raro que presencie la muerte de alguno de ellos ya que su atención permanente, su vigilancia diaria y sus esmerados cuidados propician que el estado de salud de sus pájaros sea siempre el óptimo. Disfruta viéndolos brillantes, gordos, saludables, alegres… y si alguno enferma… su preocupación llega al desvelo.
Sus cambios frecuentes de tierra, el aporte de una alimentación correcta y equilibrada será la nota predominante de sus actuaciones durante la fase de la muda. Además sabrá encelarlos de forma gradual, en su momento. Por ello, la muda se produce siempre en fechas adecuadas, ya que ha existido una racionalidad en la forma de atenderlos y por lo tanto nunca existe un desfase en el tiempo.
Aunque conoce los recorridos de la perdiz, sus costumbres, lugares donde situar estratégicamente los puestos… nunca se aprovecha de estos conocimientos para ir al campo a por carne. De hecho suele colocar a sus reclamos en lugares donde tengan trabajar para acercar a la perdiz bravía, pues eso de darle ventaja a su campeón… nada de nada. Es como si le dijera a su reclamo: «si quieres perdices, haz de saberlas trabajar para que vengan».
En este sentido el AFICIONADO es algo romántico, disfruta de toda la belleza que encierra el campo, disfruta de la pelea del campero cuando irrumpe en plaza en actitud guerrera y desafiante, disfruta del trabajo de calidad de su reclamo en el tanto. No va al campo a por «cantidad», sino a buscar esa «calidad» que sólo aquellos que disponen este título pueden apreciar, sentir y vivir.
Para el verdadero AFICIONADO es suficiente tirar una collera valiente que se ha venido de vuelo ante el trabajo exquisito de aquel que domina desde su atalaya. Este tipo de lance le llena tanto, que le es más que suficiente para recordar todos los detalles que se dieron en aquel puesto y si durante esa temporada no le ha vuelto a tirar más a su campeón… pues qué más da… él ya tiene «gasolina cuquillera» más que suficiente para el resto de la temporada.

Foto: mipollo
El AFICIONADO disfruta durante todo el año contemplando sus reclamos, recordando de cada uno sus mejores trabajos en el pulpitillo, deseoso de volver a oír la voz guerrera del campo anunciando la fiesta del auténtico cuquillero. Son muchas las horas al año las que dedica a esta fase contemplativa, en ellas se queda embelesado, y se traslada mentalmente al lugar donde se desarrollaron los lances de mayor importancia.
No suele presumir ni vanagloriarse de las hazañas de sus reclamos, peca de modesto, de hecho suele estar en permanente escucha en aquellas tertulias donde, los cuquilleros más dicharacheros, dan rienda suelta a su imaginación y a sus exageraciones. Ahora bien, cuando el AFICIONADO interviene en la conversación se nota que habla con propiedad, sin presumir, pero se nota también su sabiduría, su ARTE, su MAESTRIA, pocas palabras son necesarias para corregir, o indicar, a aquél que se sale de las normas básicas, el verdadero camino a seguir.
Suele dejar en la temporada más de una campera sin tirar, bien por el trabajo defectuoso y por lo tanto no completo de su reclamo, o bien por la presencia de aquellas camperas que desprovistas de celo acuden de curioseo al tanto ante las llamadas insinuantes del director de orquesta.
Va siempre al puesto sin prisas, si mirar el reloj, y por supuesto con un pájaro por puesto. Le gusta, le encanta, le apasiona estar embutido en un puesto de monte… con esa mezcla de olores que emanan de un puesto de estas características. Ni qué decir tiene que su construcción es sólo obra suya, es un verdadero experto en estos menesteres. Una vez que se introduce en el puesto no tiene prisa por salir, sabe darle las sentadas, o «culadas» necesarias, a cada pájaro para progresivamente ir asentándolo y haciéndolo reclamo, año tras año, temporada cuquillera tras temporada.
Tiene la gran debilidad de hacer reclamos, de cazar con incipientes y prometedores cantores a los que detecta cualidades que hay que desarrollar. En ocasiones prefiere colgarse la jaula de la sorpresa, de la duda, de la futura promesa, de lo incierto de la respuesta… antes que el veterano reclamo consagrado… que sabe de sus magistrales repertorios y trabajos en el tanto… no lo puede remediar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario