miércoles, 30 de enero de 2013

DIFERENTES CANTOS DEL RECLAMO (2).

Los diferentes cantos del reclamo (I)
La mágica garganta de un reclamo de perdiz puede emitir tal cantidad de cantos y sonidos, que podríamos hablar hasta de un verdadero vocabulario, puesto que cada uno de ellos contiene un mensaje, con un significado propio e inconfundible, así como un timbre y modulación de tono tan inequívoco, como para diferenciarse con tal claridad, que no pueden prestarse ni a la menor de la dudas.


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A veces, es tal la diferencia que, en cuanto al sonido, existe entre ellos —por supuesto, que en cuanto al mensaje que entrañan también—, que no tienen absolutamente ningún parecido, como podría ser el caso, por ejemplo, del sonido de beso restallón de su piñoneo y el del maullido de un gato, en su suspiro o quejido.

Foto: Josep
Todos ellos, además, son emitidos tomando muy diferentes actitudes, acordes siempre —pues no faltaba más— con el mensaje que se quiere transmitir, por lo que se hacen mucho más expresivos y mucho más significativos. Cierto que son muchas las aves, prácticamente todas, que se comunican con sus congéneres por medio de específicos sonidos o cantos, propios de la especie, pero, ciertamente, que ninguna de forma tan asombrosa y espectacular como el perdigón, no sólo por la cantidad, sino por lo significativos, expresivos y diferentes que son, así como por su maravillosa modulación y timbre, y por las sorprendentes actitudes que, al emitirlos, toma el cantor.
Todos ellos, además, son emitidos tomando diferentes actitudes
Por lo pronto, vayan ustedes contando, y ya me dirán si estamos o no ante algo, realmente, impresionante, además de, cómo no, digno de toda admiración: reclamo de cañón o por alto; reclamo de embuchada o de buche, de dormitorio o por bajo, cantada hueca; curicheo, cuchicheo, culicheo, cuchichío o dar de pie; piñoneo, piteo, besar o castañear; claqueo; cloqueo o cocleo; titeo o cañamoneo; picheo, piolín, chirrío, revuelo, rebote, levantar el campo; maullido, suspiro, quejido; guteo, ajeo, berreo, saseo, canto de la gallina; hacer la carraca, el águila, el aguilucho o canto de peligro; regaño o canto de silencio; rinreo; indicación o señal; rifa o desafío; y algunos más que, por indefinidos y poco significativos, no sabría nombrar y, aún menos, explicar.
Intentar describir algo que, por los maravillosos y mágicos misterios que encierra en sí mismo, hay que vivir y palpar con los sentidos del cuerpo, y aún más, con los del alma, para medio poder gozar de sus insondables bellezas, ya me dirán ustedes si no es una temeraria osadía el ponerse y exponerse a describir con palabras escritas, estas tan mágicas, misteriosas y bellísimas expresiones del alma de un reclamo de perdiz. Buena voluntad, al menos no nos va a faltar, por lo que, aunque sólo sea con estas credenciales, nos vamos a embarcar en tan delicada como peligrosa nave, y que sea lo que Dios quiera.

Reclamo de cañón o reclamo por alto

Tal vez sea este bizarro y viril canto el que mejor defina a un patirrojo macho frente a la hembra, pues éstas también lo emiten, pero en actitud muy distinta y con muy diferente sonoridad. El reclamo de la hembra es como un monótono e insulso charachá, falto de bizarría y, lógicamente, de virilidad, siendo emitido como de carrerilla, a modo de una parlanchina lugareña, enfrascada de dicharacheo con la vecina. ¡Qué coincidencia tan significativa —dicho sea de paso— que, en las zonas rurales de Andalucía, en la puerta de la casa, se las llame, precisamente, estar de characha!
Hay quien opina que, con ellos, excitan a los machos a la pelea
El reclamo de cañón es algo así como un majestuoso saludo, en el que el bizarro gallo proclama, con autoridad y señorío, sus dominios. Ninguno de los cantos del perdigón es tan gallardo, tan viril ni tan señorial como éste. Su onomatopeya, más o menos, suena algo así como «cha, cha, caracha, chachá». Cada reclamada, pues, se compone de varios golpes o sonidos análogos, tan contundentes y enérgicos como viriles y señoriales. Los buenos reclamos, de salida al iniciarse el puesto, suelen hacer reclamadas de siete u ocho golpes. No sé por dónde he leído que un excepcional reclamo llegaba hasta veinte.
Con los reclamos de cañón, los perdigones intentan explorar el campo, llamando la atención a los posibles compañeros que por allí pueda haber. Otros dicen que para acercar las campesinas, si es que las oyen lejos. Hay quien opina que, con ellos, excitan a los machos a la pelea, ya que los que los oyen se lo toman como un galante requiebro dirigido a la amante, por lo que, celoso y despechado, acude frenético el galán que la ronda a castigarlo por mostrarse como todo un descarado e insolente seductor. (Artículo 1 de 7).

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