miércoles, 30 de enero de 2013

MAULLIDOS....SUSPIROS...BOSTEZOS


Dentro del amplio repertorio sonoro que dispone la perdiz, existe un sonido que siempre ha sido motivo de los más amplios debates en el mundo cuquillero, encontrándose en las sabrosas tertulias perdigoneras diversidad de opiniones, casi todas argumentadas y extraídas de la propia experiencia o de lo trasmitido por familiares o amigos… me refiero, cómo no, al maullido.
Existen varias clases de maullidos, que dependerán del estado de celo, de la propia naturaleza de cada reclamo, de la fecha del año en que lo emitan, de la frecuencia con la que lo utilizan, etc.
¿Por qué el reclamo maúlla? ¿Qué sentido o finalidad persigue cuando lo oímos suspirar? ¿Es positivo ese estado que mantienen?
Existen varias clases de maullidos, o suspiros, en nuestros reclamos, y este aspecto dependerá del estado de celo que mantenga, de la propia naturaleza de cada reclamo, de la fecha del año en que lo emitan, de la frecuencia con la que lo utilizan, del calor o estado de celo que adquieran… y otros muchos detalles que es preciso señalar.
Existe el maullido propio de aquellos reclamos que tienen por costumbre desahogarse de esta forma y lo emiten durante todo el año, y así maúllan de vez en cuando dentro del terrero, bien después de acicalar sus plumas, o después de darse un bañito de tierra. En estos casos estos suspiros no indican ningún estado de celo, ni calor, ni excitación, ni irritabilidad… simplemente estamos ante un suspiro de complacencia, trasmitiendo de esta forma el encontrase a gusto en el lugar donde lo tenemos ubicado.
También existe el maullido del calentón, esta vez provocado por el cuquillero al arrimar dos pájaros de sangre para que inicien un enfrentamiento. Una vez agarrados, al volverlos a colocar en los lugares donde suelen estar situados en el jaulero y cesar los cánticos retadores provocados, suelen soltar algún suspiro, o maullido, derivado del calor acumulado en la pelea, aunque pasado cierto tiempo vuelven a un estado normalizado. Este es un suspiro ocasional y empleado de forma circunstancial. Tampoco indica celo ni excesivo calor, denotan casta y maneras en aquellos reclamos que emplean este sonido.
Otro tipo de maullido es aquel que emiten cuando están enzarzados en la pelea sonora que mantienen en el jaulero, entonces algunos de ellos cesan en sus cánticos, se hacen una pelota, colocan la cabeza en forma pensativa… y de vez en cuando sueltan un grito plañidero, flojo, sin fuerza… vienen a indicarnos el comienzo en la adquisición del celo.
Encontramos también el maullido repetitivo, casi secuencial… cada cierto tiempo emiten un suspiro profundo, largo, sonoro, cronometrado. En estos casos tenemos que estar muy pendientes, pues ya hablamos de celo verdadero. Por un lado disponemos ya del reclamo encelado, cuyo celo hay que saber dosificar y mantenerlo a toda costa, sin que se suba —que nos haga pensar en un posible pelecho extemporáneo— ni que se baje en demasía. En estos casos sus respuestas en el tanto son las que nos indican si debemos utilizar urgentes medidas de enfriamiento para mantener ese estado.
Otro tipo de suspiros son los que oímos en el campo a nuestro reclamo, en el pulpitillo. Si su utilización es mínima y muy ocasional no debemos preocuparnos pues es la consecuencia del estado de calor adquirido por la pelea dialéctica que mantiene con el campero. Pero ¡ojo!, si estos mismos suspiros cortaran los cantos o el trabajo del reclamo… entonces sí tenemos que preocuparnos en rebajar de forma inmediata ese excesivo calor y celo que mantienen, pues estamos a un sólo paso de un pelecho no deseado, o de un estado denominado de celo pasado.
En ocasiones el suspiro se produce después de un trabajo exquisito en el tanto realizado ante una hembra astuta, escurridiza y resabiada, a la que ha conseguido entrar en plaza cuando previamente ha empleado todos los recursos zalameros y de conquista imaginables. Al realizar el correspondiente entierro, emplean unos suspiros para aflojar la tensión acumulada del lance vivido, mientras observan desde su trono la inmovilidad de aquella perdiz abatida que lo había provocado.
Los reclamos de sangre, cuando se encuentran encelados y se enzarzan en luchas interminables, emiten unos largos suspiros que van precedidos de ardorosos claqueos dirigidos a sus vecinos de encierro, demostrando con ello su casta, su celo… ya que la sangre les hierve y no los deja tranquilos.
Los pájaros de menos poder, y con menor valor ofensivo, suelen emitir un suspiro flojo, entrecortado, cuando le arrimamos un contrincante de mayor empuje, para a continuación soltar un cobarde chirrido acompañado de la escena de agacharse, trasladando con esta actitud, al más valeroso, su acatamiento y su subordinación.

Foto: Dani Huertas.
No confundamos esta especie de imitación del chirrido con el verdadero, que es aquel otro utilizado por el reclamo veterano en el tanto para mover el campo receloso, jauleado, o simplemente por falta de celo o valentía. Este sonido es distinto al anterior pues su objetivo es precisamente provocar la movilidad de la perdiz y sacarla de su indiferencia.
No siempre tiene que ir asociada la idea de maullido con un estado que suele definirse con estar pasado de celo. Aunque es cierto que en algunos casos, y sobre todo al final de temporada, donde los maullidos se suceden, los cantos guerreros son inacabables y los desafíos que mantienen en el jaulero se suceden de igual manera. En estos casos los trabajos en el tanto suelen además caracterizarse por una excesiva bravura, por cánticos retadores en exceso y además con celos pasados… con lo que el campo no suele entrar ante este ofrecimiento guerrero de nuestro pájaro.
Son estos casos cuando relacionamos los suspiros con celos pasados. Lo que procede es, cuanto antes, enfriar a los reclamos con sangre antes de que nos avisen con la caída de parte de su plumaje. De ahí que sea siempre aconsejable que la adquisición de los celos vaya siempre al compás de la perdiz campera, de forma gradual, sin provocaciones artificiales, con una alimentación equilibrada que haga posible la adquisición de celos verdaderos, naturales y duraderos durante toda la temporada del cuco.
No todos los reclamos maúllan, bien por no estar encelados, bien porque su carácter y casta no llegan al desbordamiento emocional que ello trae consigo. Tampoco son todos los pollos los que suspiran o emiten un largo y cautivador bostezo, aunque los que lo hacen, en muchos casos, suelen estar adornados de valentía y arrojo, sin que este sea un signo evidente de su posterior valía como reclamos en el tanto, que es definitiva quien pone a cada uno en su sitio… «la mata es la que siempre manda».

Foto: Javier Tajuelo.
También el verdadero cuquillero imaginariamente maúlla y mentalmente suspira cuando recuerda los lances que vivió en tal o cual puesto con aquel reclamo veterano que le brindó una lección magistral, o con aquel pollito, o aquel segundón, que en un determinado puesto le regaló detalles de importancia.
De igual manera, en las sabrosas y necesarias tertulias cuquilleras, y después de oír los relatos apasionados de todos los contertulios, llegamos a imaginarnos que también maullamos, dado el calor perdigonero del que estamos poseídos, o celo adquirido en estas apasionadas charlas y relatos. No obstante hay que señalar que el auténtico reclamista está suspirando todo el año, bien en la observación diaria de nuestros reclamos, bien en su cuido… estamos impregnados de un celo permanente que propicia, afortunadamente, este maravilloso embrujo que forma parte de nuestras vidas.
Los cuquilleros siempre estamos suspirando y deseando que la larga espera que nos invade se haga lo más corta posible y así comience, como todos los años, el ritual o proceso ceremonial de la apertura de la caza del reclamo… También el campo suspira… en un largo, sonoro y cautivador bostezo… como pretendiendo señalar que está dispuesto a la lucha, al combate, a la defensa de su querencia… maullidos de espera… bostezos de intranquilidad…

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