miércoles, 20 de febrero de 2013

El reclamo y los pollitos de perdiz

El reclamo y los pollitos de perdiz

Nuestra desmesurada afición al reclamo abarca innumerables facetas, todas ellas altamente atrayentes para el apasionado jaulero, que llevado por su celo permanente le lleva a saborear y disfrutar de cada una de ellas a lo largo del año.

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Es por esta época cuando, en nuestras visitas periódicas al campo, nos sorprende el bandillo de perdigones recién nacidos y las estratagemas de despiste que sigue la perdiz para intentar convencernos que está malherida, para así llamar nuestra atención y pueda poner a salvo a su desvalida tropa.
Cuando el calor veraniego aprieta, ya que el sol impone su justicia, los bandillos se dirigen al lugar que tengan como abrevadero para saciar su sed. Suelen llevar, en su aproximación al mismo, un ritual y un recorrido muy parecidos. En él, emplearán todas los mecanismos de defensa de los que les ha dotado la naturaleza y de esta forma, poco a poco, se irán aproximando al “charco” para saciar su segura sed.
 Otra faceta con la que disfrutamos los jauleros es la referida a la cría de la perdiz en cautividad con el objeto de poder obtener, por este sistema, algún reclamo que pueda servir después como tal en nuestra apasionante modalidad de caza.
Es muy frecuente verlos beber por turnos; por ello, siempre existirá algún progenitor y algunos de los pollastres que seguirán de vigía en sus inmediaciones, pues saben de la legión de enemigos que los acechan y vigilan diariamente.
Una vez saciada la sed, se dedicarán a acicalar sus plumas en sus inmediaciones y a tomar tierra bajo la sombra de algún árbol. De esta forma, pasarán algunas horas dormitando y descansando, hasta que uno de los progenitores comience a apeonar indicando así, al resto del bando, el camino a seguir.
Si llegados al “aguaero” detectaran algún hecho anormal, permanecerán en sus inmediaciones durante largo tiempo. Un vez pasado el supuesto peligro seguirán con las distintas fases de aproximación, siempre intentando camuflarse lo mejor posible en su continuo apeonar.
No es raro contemplar en las inmediaciones del charco la presencia de dos bandos, que tienen este lugar en común para satisfacer esta imperiosa necesidad. De hecho, en ocasiones se pueden visualizar los miembros de los distintos bandos mezclados de forma provisional, hasta que alguno de los progenitores comience con la tarea de reunificar el recién disgregado bando y tomar posteriormente cada uno de ellos distintas direcciones, una vez que han bebido.
En estos casos no suelen existir enfrentamientos directos entre los progenitores de los dos bandos, pues conociéndose entre ellos, ya tomaron, en su momento, el lugar jerárquico que por fortaleza y dominio les tocó ocupar. Esta fase es una de las innumerables que existen dentro del mundo cuquillero, donde el aficionado a la jaula, o cazador del reclamo, disfruta de la belleza de la perdiz roja en su hábitat natural, de sus comportamientos, sus costumbres, sus hábitos y los recorridos que realiza a diario, en sus respectivas querencias, para buscarse el necesario sustento.
De igual manera, otra faceta con la que disfrutamos los jauleros es la referida a la cría de la perdiz en cautividad con el objeto de poder obtener, por este sistema, algún reclamo que pueda servir después como tal en nuestra apasionante modalidad de caza.
Aunque los desengaños, las frustraciones y la escasa recompensa, al no obtener casi nunca un reclamo catalogado como bueno, será lo que nos encontremos en todo este proceso de cría de perdigoncillos, siempre nos deparará el largo proceso de maduración de los pollos, estampas, imágenes, situaciones y sensaciones altamente gratificantes al ser testigos de todas las etapas de su desarrollo.
Ni que decir tiene que la cría de la perdiz en cautividad es una de las fases que también vivimos ilusionados los reclamistas, al esperar que nos sonría la suerte y así poder hacernos con ese reclamo soñado... y además criado por nosotros mismos.

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